La Opinión de A Coruña

La Opinión de A Coruña

La cuota de Netflix

Netflix está en bancarrota o en horas bajas o en la ruina. Sus acciones en bolsa se han desplomado. No será por mi culpa. Netflix para mí es como el gimnasio: lo pago mes a mes y me ven menos que a la Virgen de Fátima. Me sucede también con las pistas de tenis de mi edificio, cuya cuota de mantenimiento queda muy bien en el recibo de la comunidad. Calculo que jugué al tenis por última vez cuando Mcenroe dijo aquello de “árbitro, idiota, la bola entró”. Pero en fin, supongo que a ustedes también les pasa, son las cuotas de mantenimiento del mundo, del entorno, las cuotas desidia, las cuotas de ya mañana si eso me borro. Las cuotas de jopé, qué pereza. Cuotas de las que se aprovechan los bancos, las aseguradoras, etc. y ahora también las plataformas. No sé qué le ha pasado a Netflix pero cada vez que alguno de nosotros, espectadores, decíamos a un amigo que esta, esta, es la serie del siglo, moría un gatito o se eliminaba una brizna de prestigio. También hay razones obvias: demasiada competencia, demasiadas plataformas y bajada de la calidad. No voy a quitarme de Netflix porque sería como afrontar el verano con un solo bañador. Hay quien lo hace pero acaba harto de Jorge Javier Vázquez. Los expertos decían que las plataformas matarían a la tele convencional, pero la tele convencional sigue ahí pegando berridos o haciendo directos, informando o sentando a personas a opinar de algo sin morirse aunque sí bajando mucho su cuota de audiencia. A la radio le pasa igual con los pódcast. A mí los pódcast me han solucionado mucho el insomnio: o bien me entretienen y me hacen pasar mejor la noche o me producen sueño irrefrenable y un subsiguiente descanso vivificante. Un descanso como para pensar en un artículo como este y escribirlo. Cualquier día me levanto tan descansado que ofrezco un argumento a Netflix que la salve de la debacle (y de las series donde la gente asesina mucho). Por ejemplo: las cuitas entre ejecutivos de Netflix cuando las cosas van mal en la empresa. Con un tío veterano al que despiden porque lo único que dice en las reuniones es que lo importante es la calidad, no la cantidad ni el algoritmo ni el número de suscriptores. Y se da al vino.

Compartir el artículo

stats