En un ensayo de hace casi tres décadas (Miseria de la Novedad, 1993) se llamaba “tercio miserable” al que en una sociedad basada en la sustitución incesante de bienes y servicios iba quedando al margen del acceso a estos. Hoy el origen de esa marginación puede estar en la precarización, el desempleo y la pobreza, desde luego, pero también en verse descolgados de la innovación tecnológica, el modo de vida, los nuevos valores y, paradójicamente, las propias pautas de integración social de “los otros”, a los que ven como ocupas de su vida de siempre. El “tercio miserable” engrosa la legión de desposeídos que los procesos de cambio social van dejando atrás y en los últimos tiempos nutren las filas del “populismo”. Como su aprecio por el sistema de derechos y libertades es limitado —al verlo como caldo de cultivo de aquello que deploran— una autocracia no les parece horrenda.