La editorial Trotta acaba de publicar bajo el título Los libros del Nuevo Testamento una revisión de los veintisiete libros que conforman el canon neotestamentario desde una perspectiva netamente histórica y no confesional. A pesar de su reciente aparición, los tres mil ejemplares que componían la primera edición se han agotado comenzándose a vender ya la segunda.

El promotor y principal autor de esta obra es Antonio Piñero, un reputado filólogo y experto en el cristianismo primitivo. También colaboran de forma destacada otros prestigiosos autores como Josep Monserrat, Gonzalo del Cerro, Gonzalo Fontana y Carmen Padilla.

La tradición cristiana ordenó los libros que conforman el Nuevo Testamento empezando por los cuatro evangelios seguidos por los Hechos de los apóstoles, las diversas epístolas y terminando por el Apocalipsis atribuido a San Juan. Piñero presenta esos mismos libros —recordemos que el Nuevo Testamento es un libro de libros— en un orden totalmente diferente. Atendiendo a la cronología histórica y a la crítica filológica, coloca en primer lugar las cartas de San Pablo y los evangelios a continuación. Incluso el orden en éstos es diferente al acostumbrado. Marcos aparece como primer evangelista en lugar de Mateo y Juan va después de Los Hechos de los Apóstoles. Ni siquiera el Apocalipsis se libra de una nueva ubicación, ya que ese honor le corresponde a la segunda carta de Pedro escrita en el año 135 d.C.

Aunque no se pueda decir que el libro se lea de un tirón —son más de mil seiscientas páginas— su consulta se hace sencilla gracias al acierto de combinar el tipo de letra en negrita para el texto evangélico y en redonda para los comentarios. Además de contar con una introducción general de alrededor de cien páginas que ayuda a situar al lector en el contexto apropiado para entender la génesis cristiana, cada uno de los capítulos tiene la suya propia.

Es importante remarcar que la obra está escrita desde un punto de vista no confesional, pero no es beligerante contra ninguna tradición cristiana. Por tanto, puede ser leída por creyentes, agnósticos o ateos. Los autores se atienen únicamente a pautas marcadas por la ciencia filológica e histórica, no pretendiendo ni la conversión ni la apostasía del lector.

La obra adquiere más significación al ser la primera de estas características, ya que no existe una edición del Nuevo Testamento, en ningún idioma, que se base en criterios puramente académicos. Debe considerarse que los textos neotestamentarios tienen alrededor de dos mil años, por tanto, su traducción y ordenación requieren una labor de un relojero certero para ensamblar todas las piezas en el correcto orden.

Con independencia de la creencia o increencia de cada uno, el cristianismo es uno de los ejes básicos en los que se funda el mundo occidental y por ello, la mejor comprensión de su historia conllevará a un mejor entendimiento de la cultura en la que nos hemos forjado, y libros como éste ayudan a ese fin.