Tan poco y mal se piensa en los investigadores que hasta cuando la Administración se propone echarles una mano el tiro sale por la culata. La nueva ley de Ciencia, pendiente de aprobación por las Cortes y que persigue acabar con la precariedad e inestabilidad del sector, no contó con las necesidades de los científicos más jóvenes, a los que la reforma laboral laminó cuando suprimió los contratos de obra y servicio, los más usados para contratarles. El resultado: 25.000 puestos de trabajo en el aire en toda España. Hubo que recurrir a una chapuza para resolver transitoriamente el desaguisado. Tal parece que las ministras de Trabajo y de Ciencia e Innovación forman parte de gabinetes distintos, no miden las consecuencias de sus actos o no dialogan entre ellas. ¿Cómo es posible tanta improvisación?

Una fruta antes exótica como el kiwi es hoy una especie totalmente adaptada y con potentes productores en varias comarcas gallegas, al tiempo que avanzan cultivos tropicales en la región como el aguacate y el mango. De aguas residuales de la industria agroalimentaria y de los lodos de las depuradoras a obtener hidrógeno renovable. De iluminar fachadas o monumentos históricos a hacerlo con un innovador alumbrado inteligente que además de ornamental impide la colonización de hongos y mitiga con ello el deterioro del patrimonio. ¿Para qué sirve la ciencia? Cuando los recursos son escasos el diablo del utilitarismo tienta a los políticos y a los ciudadanos con esta pregunta. Pues sirve para intentar transformaciones milagrosas como las descritas, que de salir bien cambian para siempre el día a día de las personas.

La ciencia hace avanzar la medicina y con ello la salud; la acuicultura, la tecnología, la empresa… Contribuye al bienestar, al desarrollo y a un mundo más sostenible. Investigadores gallegos participan en primera línea en un proyecto internacional financiado con 22,5 millones de la UE para crear una prueba rápida que permita diagnosticar enfermedades graves como la neumonía, tuberculosis, sepsis, meningitis y enfermedades inflamatorias e inmunitarias en menos de dos horas utilizando firmas genéticas personalizadas. Hay grupos trabajando en el aprovechamiento de residuos agroalimentarios para obtener productos de interés para la industria farmacéutica y cosmética.

De teorías no comen las aldeas. No existe mejor plan de desarrollo rural que promover recursos que retengan población. El cambio climático hace urgente buscar alternativas de cultivos con mayor tolerancia. En la finca de la Misión Biológica de Galicia, que alberga a decenas de investigadores vinculados al CSIC, atesora un semillero de especies gallegas y del mundo, como si del Arca de Noé vegetal se tratase. Sus investigadores llevan varias décadas con la lupa en los genes de varios cultivos. En el foco de su trabajo como genetistas y mejoradores de plantas está, además de incrementar el rendimiento o la resistencia de las especies, la adaptación de los cultivos a los rigores del clima: temperaturas más elevadas, mayores sequías, estrés hídrico y las nuevas plagas y enfermedades. Trabajan con berzas, grelos, judías, maíz, olivos, vides… Buscan variedades resilientes al cambio climático para garantizar la sostenibilidad de la agricultura.

Centros tecnológicos gallegos están a la vanguardia en la eficiencia del vehículo eléctrico, la aplicación de la inteligencia artificial a la industria 4.0 y los procesos de fabricación 3D. La industria de la automoción y sus proveedores necesitan de estos desarrollos para la profunda renovación a la que está abocada y los fabricantes europeos precisan acelerar hacia la electrificación y el coche conectado frente a la amenaza del mercado asiático.

La ciencia gallega es muy buena. Los casos expuestos a modo de ejemplo son tan solo una pequeña muestra de sus éxitos. Podrían citarse cientos. Este jueves pasado, la científica gallega María José Alonso recibió de manos del rey Felipe VI el Premio Nacional de Investigación por la excelencia de su trayectoria en el campo de la nanotecnología, así como por su importante contribución para la adecuada y equilibrada transferencia de tecnología y conocimiento. Un premio al extraordinario esfuerzo de más de tres décadas de trabajo así como del centenar de personas de su grupo investigador durante todo este tiempo. La vocación suple las deficiencias de un sistema lleno de peajes absurdos que convierten el camino en una carrera de obstáculos. Hasta los especialistas consagrados tuvieron que pagar esa cuota, solo vencible con tesón, esfuerzo, sufrimiento y suerte.

La ciencia son también personas que, en lo que toca a la Administración, siguen estrellándose contra un muro. Como les ocurrió a esos miles de investigadores que, encima de moverse en la incertidumbre con la maleta preparada, quedaron colgados sobre el abismo por un cambio en la legislación que les dejaba sin nada. Pese a que era la crónica de un desastre denunciado desde hace meses, al menos cabe celebrar que la corrección haya llegado ahora, con rapidez para lo que son los tiempos de un aparato administrativo paquidérmico. Los afectados afirman sentirse más tranquilos, pero no seguros.

La rectificación no libra a esa legión de sabios que pelea contra la burocracia de otras penalidades para el reconocimiento de sus méritos y del ahogo en un papeleo inflexible más propio de gestores de facturas que de abanderados del conocimiento. Exprimidos a trámites como en ningún otro lugar del planeta, una cruz en la casilla equivocada puede dar al traste con un proyecto y para comprar material, incluso disponiendo de fondos, hay que rellenar toneladas de impresos. El control, imprescindible, no debiera estar reñido con la agilidad y la simplicidad. Pero así es España. Una ley en tramitación debería supuestamente corregir todos los defectos, aunque visto lo ocurrido cualquiera se fía.

La ciencia resulta determinante, como comprobamos en la pandemia, para reflexionar y decidir con claridad, vivir mejor y transmitir seguridad. La tecnología domina la sociedad moderna. De ella nos beneficiados en cantidad de rutinas cotidianas, desde usar el teléfono móvil a comprar a distancia. Porque los necesitamos como nunca, deje la dirigencia de maltratar a los científicos usando como escudo su infinita paciencia. Y demuéstrenles de una vez que para cultivar la pasión por indagar y compartir el saber en este país, en esta comunidad, no hace falta convertirse en superhéroes.