La Opinión de A Coruña

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José Manuel Ponte

Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Dos periodistas de parecido perfil

Pedro J. Ramírez es el Emilio Romero de la Transición. El periodista abulense fue un personaje de gran influencia durante la dictadura franquista. Director del vespertino Pueblo, propiedad de la Organización Sindical desde 1957 a 1976, ganó importantes premios (entre otros, el Planeta de novela y el Nacional de Literatura) y ocupó cargos políticos de relieve como la Dirección de la Escuela Oficial de Periodismo, que había fundado Fraga Iribarne, y la Delegación Nacional de Prensa y Radio del Movimiento que incluía todos los medios de comunicación incautados por el general Franco a sectores afines a la República (excepción hecha del diario deportivo Marca, fundado el 21 de diciembre de 1938 en San Sebastián por el médico falangista Manuel Fernández-Cuesta).

La ascendencia de Emilio Romero sobre la redacción de Pueblo era notable y la mayoría de sus integrantes lo conocían reverencialmente como el Director. Hombre hábil, como pocos, aprovechaba su indiscutida sintonía con los pilares del régimen para aprovechar los márgenes de libertad que permitía aquel sistema, predemocrático, premonárquico y, en definitiva, preborbónico. En este país se tiene por escribir bien a los excesos metafóricos y a los buñuelos de viento.

En el órgano del sindicalismo vertical se practicó un reporterismo alegre, atrevido y bien escrito pese a la inevitable tendencia española a resaltar el costado barroco del idioma. La nómina de periodistas conocidos es amplia: Tico Medina, Yale (el cojo que llegaba antes que nadie al lugar del suceso); José Luis Balbín, el praviano que condujo aquel recordado programa de debate; Juan Luis Cebrián, luego primer director de El País, el medio que quiso convertirse en referente del periodismo de calidad; Javier Martínez Reverte, que anduvo el mundo entero para contárnoslo en entretenidas crónicas; su hermano Jorge, novelista de éxito e historiador riguroso que estudió aspectos muy interesantes de la Guerra Civil. Y tantos otros.

Fui a visitar a Javier en su despachito de subdirector de Pueblo cuando ya se sabía que el periódico iba a ser vendido por el ministro de Cultura Javier Solana. El Reverte viajero estaba muy triste ante la posibilidad de ser transferido hasta su jubilación a una oficina siniestra como la descrita en el semanario satírico La Codorniz. Pero el periodista ribadense Domingo Roibás, que me acompañaba, le levantó el ánimo haciéndole ver que en el Estado había destinos muy apetecibles.

También andaba por Pueblo en aquel tiempo José María García, el periodista deportivo que ya era conocido por el sobrenombre de Butanito, ya que era pequeño y explosivo. El parecido de Pedro J. Ramírez con Emilio Romero es evidente. La ropa un tanto estrafalaria, las gafas enormes, el pelo teñido y escaso, el gusto por los chalecos y los tirantes de colores, parece comprada en las mismas tiendas. Luego, está esa forma de hablar, lenta y enfática, como si les costase poner de acuerdo al cerebro con la lengua, que son perezosos para explicarse. Aunque lo más notable es la creencia de que son dos periodistas que atesoran información secreta y peligrosa. A lo mejor es cierto y a lo mejor no. “Coge fama y échate a dormir”, que suele decirse.

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