La Opinión de A Coruña

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Ruth Ferrero-Turrión

Escalada, acción-reacción

A medida que transcurren las semanas, la guerra que se desarrolla en Ucrania cada vez está más enconada en los combates sobre el terreno, ahora concentrados en la región del Donbás. Durante todo este tiempo el foco ha estado puesto sobre el campo de batalla y, en la mayoría de las veces, se han ignorando otros movimientos que sucedían a muchos más kilómetros de distancia y que ahora empiezan a dejar ver sus consecuencias.

Como ya hemos dicho desde aquí en otras ocasiones, varias son las consecuencias no deseadas y no esperadas por el Kremlin de su agresión a Ucrania. La primera, una mayor cohesión de la nación ucraniana construida frente al agresor; la segunda, la unidad de acción por parte de la UE y el bloque occidental en su conjunto; la tercera, reforzar a la OTAN dotándole de un objetivo estratégico que hasta el 24 de febrero no tenía claro.

El envío de armas y la imposición de sanciones han sido dos de las acciones esenciales con las que Occidente se ha involucrado en la guerra. El objetivo político, en principio, era el de favorecer el derecho a la legítima defensa de los ucranianos y ahogar económicamente al régimen de Putin. Sin embargo, a medida que transcurren los días lo que se está desvelando, cada vez de manera más explícita, es que el objetivo fundamental es conseguir debilitar a Rusia hasta extremos nunca antes vistos. Y todo incentivando económica, militar y dialécticamente la prolongación de una guerra donde solo pone los muertos Ucrania. El último movimiento es el de la aceleración de la adhesión de Finlandia y Suecia a las estructuras atlánticas y, por tanto, reforzando a la propia alianza con unos socios que poseen ejércitos muy potentes y ampliando la frontera directa de la OTAN con Rusia. La posibilidad de la entrada de estos países en la OTAN era algo que se lleva contemplando desde hace años por parte de los gobiernos finlandés y sueco, si bien no han contado hasta la fecha con un apoyo de la opinión pública suficiente que la guerra de Putin ha disparado. La determinación con la que los ejecutivos de, sobre todo, Helsinki, y, en menor medida, Estocolmo están gestionando una incorporación rápida a la OTAN también ha sorprendido al Kremlin.

A la luz de estos hechos no debería sorprender que, desde acciones periféricas al campo batalla, la Federación Rusa empiece a jugar las cartas que tiene a su disposición que, como la práctica totalidad de los analistas han señalado, son, esencialmente, el músculo militar y los hidrocarburos. ¿Recuerdan aquello de que la Federación Rusa era una gran gasolinera? Pues bien, parece que el anuncio de Finlandia de su deseo de incorporarse de manera inmediata a la OTAN, junto con la aprobación de una ayuda financiera a Ucrania por parte de EEUU nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial, junto con la amenaza de la aprobación de un nuevo paquete de sanciones contra el petróleo ruso por parte de la UE, han hecho que Moscú comience a enseñar sus cartas a través de la imposición de medidas de economía coercitiva como es el corte de los suministros de gas a Europa. Rusia ha comenzado a utilizar el libro de instrucciones marcado por los estrategas occidentales de la zona gris.

El progresivo corte del suministro a Europa puede traer consecuencias dramáticas para muchos países. Ya en el Consejo Europeo de Energía de hace unos días la ministra finlandesa de Economía alertaba sobre la posibilidad de un corte de suministro ruso a Finlandia. Entonces alertaba de que esto tendría unos efectos muy perjudiciales para la industria finlandesa puesto que, a pesar de que el país solo tiene un 5% de dependencia de gas ruso, este impacta de lleno en la industria y el sector alimentario, y de rebote en el empleo y en el precio de la electricidad y del gas procedente de otros suministradores.

No parece una casualidad que el mismo día en que las autoridades finlandesas avisan de su inminente solicitud a incorporarse a la OTAN, Rusia decida cortar el gasoducto Yamal-Europa. Occidente actúa en modo pasivo-agresivo, Putin reacciona de manera virulenta. Con estos mimbres no solo estamos ante la perspectiva de una larga y sangrienta guerra en Ucrania, sino que la perspectiva de una escalada del conflicto es cada vez más plausible.

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