¿Qué tal están? Seguimos desbocados —y descocados— en nuestro común paseo por el espacio, a bordo de un planeta generoso, pero un tanto maltrecho, aquejado de no pocos males pero empeñado, aún así, en ofrecernos satisfacciones cada día, en forma de maravillosos amaneceres y atardeceres, cautivadores paisajes y armonía infinita. Y ahí estamos, apuntando en la nómina del “haber” un día más, una semana más.., hasta que nuestro particular reloj se detenga o, quién sabe, hasta que algún estropicio con nombre propio provoque cualquier suerte de cataclismo. No se lo tomen ustedes a broma, ¡eh!, que el horno de la esfera internacional no está para bollos. Y mucho menos con los últimos movimientos de Finlandia y Suecia, que no dejan de mirar con el rabillo del ojo hacia el este... ¿Estamos más cerca de la guerra mundial?

Mientras, todo sigue. Unos nacen y otros se van, los acontecimientos cíclicos van sucediéndose, y... nada demasiado nuevo bajo el Sol, excepto algún milagro planetario, como la ansiada fotografía de Sagitario A*, de la que aquí ya hemos hablado, y que estoy seguro de que abrirá muchas ventanas para mayor y mejor conocimiento, y no solamente en su estricto ámbito. Para romper barreras, personales y colectivas. Y, así, avanzar.

Soy de los que tienen claro que tal conocimiento esgrime una doble faceta, personal y colectiva, que nos proyecta y nos mejora. Lo hemos hablado aquí muchas veces, porque a poco que te sumerjas en cualquier problema individual o colectivo ves que la educación —y, sobre todo, la falta de ella— está en la raíz de muchos de las cuitas más graves a las que nos enfrentamos. Y ya saben, porque me conocen, que no me refiero solamente a la educación aplicada, la que busca nuestro posicionamiento en el mercado de trabajo, la que produce... Lo hago también con miras más amplias, entendiendo que el conocimiento per se es el camino hacia una sociedad mejor, más equitativa, más justa, más solidaria, más capaz y, por supuesto, con mayor capacidad de resolver sus problemas.

Les cuento esto hoy porque, preparando un artículo sobre reciclaje —otro tema muy importante sobre el que pronto volveremos— visité hace un par de días la página web de la Unesco. Hacía unas semanas o incluso un par de meses que no la veía, y me gustó encontrar nítido en portada ese mensaje, que hace tiempo que hice mío. No se andan con ambages, y me alegro: “Cultivar el conocimiento para mejorar el mañana”. Y una apostilla que despeja cualquier duda: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres y las mujeres, es en la mente de los hombres y las mujeres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Sublime. Eso es a lo que me refiero yo, por ejemplo, cuando hablo del conocimiento que rompe barreras, destruye visiones maniqueas de la realidad, deja a los tópicos en su justo lugar y, a partir de ahí, simplifica y vuelve a lo esencial. Siendo capaz de diseccionar una realidad con muchas capas de la cebolla impostadas, que son las fuentes de los conflictos, de las desigualdades, de los intereses tanto a nivel local como nacional, regional o planetario y de las injusticias. Y es que, si se abre la espita del razonamiento, se clarifican muchos de los procesos complejos que generan frustración, insatisfacción y conflicto. Por eso es importante conocer. Conocer para tener criterio y para no dejarse engañar. Para votar en conciencia, desde el fundamento y la sensibilidad de cada uno, pero con tal criterio. Y para tratar siempre con exquisitez y respeto a los demás.

Conocer el pasado, por ejemplo, para no vivir presentes más virtuales que reales. Conocernos a nosotros mismos, entendiendo nuestras fortalezas y, también, nuestras debilidades. Y conocer al otro, entendiendo sus motivos desde la empatía, y arbitrando mecanismos colaborativos que aborden los problemas, y no que se rebocen en ellos y los magnifiquen. Elementos todos ellos que se pueden aplicar a muchas de las brechas abiertas hoy en múltiples temas en España, Europa y el planeta, y que ustedes identificarán mejor que yo. Y sí, también para abordar la actual crisis internacional que a nosotros puede llegar a amenazarnos, pero que a otros ya les ha salido demasiado cara...

Conocer para mejorar. Conocer para servir. Conocer para opinar. Conocer para avanzar. Y conocer, como no, para enseñar.