Me pareció digna de elogio la postura del presidente del club burgalés de baloncesto —“Tizona” lo llaman, sin duda por entronque con el Cid Campeador— todo un yupi, bien trajeado, hincada la rodilla derecha en la pista, con el índice señalando el parqué pidiendo a los jugadores del equipo que acababan de perder el partido, y con ello la categoría, que también se arrodillasen sobre la cancha pidiendo perdón a la afición. De eso sabemos bastante aquí. Y me refiero al fútbol, al Deportivo. De los años dorados del Superdépor, en que rozábamos ganar la Liga hasta que se consiguió en el 2000, hemos caído de una a otra categoría más baja. Como decían los colchoneros del Atlético de Madrid cuando bajaron a 2ª división, que habían caído en el infierno, así se encuentran ahora los aficionados del Dépor. El club coruñés ha tenido presidentes y gestores de renombre y categoría, empresarios exitosos, exconselleiros, etc. pero nadie, que yo recuerde, ha pedido perdón. Ahí está la afición lamiéndose las heridas animando a su equipo. Valiente y digna me pareció la actitud del mandatario burgalés pidiendo perdón. ¿Y qué otro remedio le queda a la sufrida afición sino la de apretar los dientes e intentar cuanto antes salir del infierno?