La Opinión de A Coruña

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José Manuel Ponte

Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

La tripulación del rey

Verano de 2002. Ya llovió. El rey Juan Carlos I, tras navegar en aguas de las islas Baleares, que es donde la Familia Real pasa sus vacaciones, se desplaza a Galicia para participar en una regata oficial. Desde la ventana de la casa en la que yo entonces residía veo salir del muelle del Náutico coruñés a los participantes en la competición. El interés del público que se acercó hasta la ribera se centraba en el velero llamado Bribón, que es el que patronea el monarca. El rey saluda desde el pantalán a la no muy nutrida concurrencia (la ciudad es sentimentalmente republicana) y pone rumbo al mar abierto en busca de los buenos vientos que allí soplan en las más variadas intensidades. El genial pintor Pablo Picasso, que vivió de adolescente en esta esquina del mapa, solía definir la urbe herculina como la “ciudad del viento”.

En cualquier caso, aquel día del mes de agosto del año 2002 no se produjeron tumultuosas adhesiones monárquicas. Del baúl de los recuerdos pude rescatar un artículo firmado por el que esto escribe bajo el título Roi contra el Rey. El rey ya sabemos quién era y Roi es Roi Álvarez, hijo de un queridísimo amigo, ya fallecido, Ricardo Álvarez Costas y de su esposa Elena, dos vigueses de toda la vida, pero afincados en la patria de doña Emilia Pardo Bazán. Una familia de ingenieros deportistas, entre los que se encuentra Enrique (Quique) Costas que fue destacado jugador del Celta, del Barça y de la Selección Nacional de Fútbol.

Por lo que pude leer de lo escrito por mí, Roi competía en desventaja con el barco del rey de España, el famoso Bribón, que luego acabaría haciendo honor a su nombre. El Mar Natura Pairo, que era el velero en el que navegaba Roi Álvarez, era un barco muy marinero, pero también más limitado en sus prestaciones. Y ya no digamos respecto de los patrocinios. El Mar Natura Pairo estaba apoyado por una incipiente industria gallega de congelados mientras el Bribón gozaba del crédito de potentísimas sociedades capitalistas (algunas ya desaparecidas o privatizadas) como Caixa Galicia, Telefónica, Banco Espírito Santo, Movistar, Retevisión y otras. Al cabo de los años se dio el caso de que el rey (ahora emérito tras haber sido empujado a la abdicación en la persona de su hijo Felipe VI por la sucesión de escándalos en los que se vio implicado) escogió la villa veraniega de Sanxenxo en la hermosa ría de Pontevedra como base de sus navegaciones deportivas.

Transcurridos veinte años desde que publiqué aquel artículo con el título un tanto enigmático de Roi contra el Rey hay que reconocer que la vida, y los acontecimientos que arrastra, ha cambiado bastante. Roi Álvarez es ahora un tripulante distinguido del barco real, seguramente por su competencia como navegante. La estancia del rey emérito en el puerto de Sanxenxo, sus regatas, y las especulaciones sobre su destino, tuvieron muy entretenidos a los medios de comunicación. Según algunas opinantes el rey Juan Carlos está “fuera de control” y es de temer cualquier excentricidad. ¿Qué se puede esperar de un bribón?

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