La Opinión de A Coruña

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Tres presidentes y la OTAN

Leopoldo Calvo Sotelo marcó el camino que luego han seguido dos presidentes socialistas, Felipe González y Pedro Sánchez

Pedro Sánchez está en su peor momento desde que hace cuatro años llegó a la Moncloa. La mayoría que lo aupó —más de rechazo que de proyecto— parece consumirse, él insiste en “recomponer” con Cataluña, pero eso parece el imposible mito de Sísifo, y el viento económico sopla en contra. Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, el primer banco americano, vaticina un próximo huracán en todo el mundo.

Tres presidentes y la OTAN

Esta semana, el IPC español (8,7%) y el europeo (8,1%) apuntan a que los halcones se impondrán en el BCE. Sí, el paro ha caído, por primera vez desde 2008, por debajo de los tres millones, y mayo ha sido el segundo mes en que el empleo supera los 20 millones. Pero el IPC castiga a todas las familias (no solo a las que sufren paro). Quizá por eso hasta el CIS de Tezanos prevé que en Andalucía el PSOE se estanque, mientras que PP y Vox serán los únicos que suban. Podemos a la baja.

Pero aún en tiempos de sanchismo y antisanchismo —en España reinan las pasiones— es imposible no reconocer que, ante la invasión de Ucrania, Sánchez ha acertado. No solo contra Putin, sino apostando fuerte por la cumbre de la OTAN en Madrid del 29 y 30 de junio, que será importante para España, y por el aumento del gasto de Defensa. En esto, Sánchez y Feijóo coincidirán, y lo absurdo es que Podemos —Yolanda Díaz se escurre— exhiba hostilidad contra la cumbre. Cuando Suecia y Finlandia rompen su larga tradición de neutralidad por miedo al nacionalismo de Putin, que Ione Belarra (y detrás Pablo Iglesias) exijan una conferencia de paz en Madrid (¿con Putin de estrella?) es un disparate total.

¿Es viable un Gobierno en el que el socio menor boicotea el eje central de la política exterior y de seguridad? No, aunque los cercanos a Sánchez argumentan que política es realismo, que Trump fue presidente de EEUU y que quien esté libre de pecado tire la primera piedra.

¿Quién podría tirarla? En España, solo Leopoldo Calvo Sotelo, que en 1981 y siendo presidente tras la enigmática dimisión de Suárez y el golpe de Tejero, pidió el ingreso en la OTAN y lo hizo aprobar en el Congreso. Sabiendo que era una decisión impopular, que la izquierda ganaría las siguientes elecciones y apostando a que la entrada anclaría a España en Occidente y prepararía la integración en Europa.

Curioso, hemos celebrado el 40º aniversario de la entrada de España en la OTAN como si Calvo Sotelo no hubiera existido. Quizá porque aquella UCD centrista que presidió la Transición es, para algunos, un recuerdo molesto. Entonces, con aquello de “OTAN, de entrada, no” y las grandes manifestaciones contrarias, Felipe González, quizá el mejor presidente, no estuvo a la altura. Quería ganar las elecciones del 82 —caso contrario sus “compañeros” le habrían amortizado— y no podía ponerse en contra del sentimiento de una izquierda antiamericana. Gregorio Morán, que fue dirigente del PCE en la clandestinidad, sostiene que fue una gran jugada. Con un PSOE joven, amparado por Willy Brandt y contrario a la OTAN, el viejo y mítico Carrillo —ya herido en las elecciones del 77 y 79— no pudo sobrevivir. Y con él, el eurocomunista PCE, cuando el eurocomunismo tenía glamur.

Pero Felipe González rectificó. Había prometido un referéndum de la OTAN para salir y acabó convocándolo, pero para quedarse. Arriesgó perder porque la derecha española (Fraga) y la catalana (Pujol) apostaron a que Felipe perdiera y se tuviera que marchar. Al final, el sí ganó, pero con un escaso 56,8%. Y parece que fue porque Felipe dijo que se iría si triunfaba el no. Justo lo que pretendían la derecha y mucha izquierda.

Convocar un referéndum que puedes perder no es usual. Lo había prometido y lo cumplió. Ahora Felipe dice que el referéndum fue un error. Luego irritó a los “pacifistas” cuando en 1990 apoyó a Bush padre (no confundir con el hijo), cuando la invasión de Kuwait. Entonces fue crucificado por la izquierda, el rector Villapalos, convertido en un Bertrand Rusell del Manzanares, y la prensa del joven Pedro J.

Cuarenta años en la OTAN, pero ninguneando la decisión de Leolpoldo Calvo Sotelo, el político de centroderecha que antepuso su sentido de Estado al interés electoral de la UCD. Aunque, curioso, hoy se añora cierto centrismo.

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