La Opinión de A Coruña

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Juan José Millás

el trasluz

Juan José Millás

¡Vivan las conjunciones!

El tobillo está muy bien pensado como modo de articulación entre la pierna y el pie. Pero para mi gusto falla demasiado. He visto la foto del momento en el que el tenista Alexander Zverev se torció el suyo y le pone a uno los pelos de punta. También escuché sus gritos de dolor, con los que me identifiqué, pues yo he aullado igual en algunas de mis frecuentes torceduras. La última ocurrió en un hotel de Bilbao, adonde había viajado para presentar un libro. Mi habitación estaba en el quinto piso. A la hora del desayuno, como el ascensor tardara, decidí bajar por las escaleras. Lo hice al trote porque me había levantado eufórico y porque me esperaba un bufé de primera. En uno de los escalones, pisé mal y caí rodando el resto del tramo, hasta un descansillo. Mis gemidos llamaron la atención de alguien que abrió una puerta y la cerró inmediatamente ante el espectáculo. Tumbado en el suelo, abracé mi pie para calmar el sufrimiento y advertí enseguida que el esguince era de los que hacen historia.

Como conozco el proceso, salí cojeando a la calle en busca de una farmacia en la que compré una crema antinflamatoria, un analgésico, y una férula cuyo nombre ignoro, pero que, según mi traumatólogo, la inventó el ejército norteamericano.

–No se puede parar la guerra por un esguince de tobillo —me dijo—, ni siquiera por una rotura.

La férula es magnífica (tengo ya dos o tres), pues te permite andar, que es según muchos facultativos, lo que conviene hacer. Hay otros partidarios del reposo con el pie en alto, pero a mí me ha ido siempre bien el movimiento.

En todo caso, tuve que regresar a Madrid en coche ese mismo día y fueron necesarias varias sesiones de fisioterapia para quitarme no ya la hinchazón, sino el “huevo de paloma” que me quedó en el pie. Viendo el otro día a Zverev, me acordé de mi primer esguince de tobillo, allá, sobre los diez años. Mi padre me llevó en moto a urgencias, donde el médico me anunció una vida llena de torceduras:

–Tienes un juego muy débil —sentenció.

Admiro tanto las conjunciones por lo bien que unen la oración subordinada a la principal: mucho mejor de lo que el tobillo une la pierna al pie.

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