La Opinión de A Coruña

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Carles Francino

La gran putada

Se dice el pecado, pero no el pecador. Tampoco creo que le importara porque ya dejó este mundo hace años. Era un actor de relumbrón, maduro, de esos que han sido macizos de jóvenes y que con el paso de tiempo siguen conservando algo de su apostura. Le habíamos invitado para entrevistarle, en un lugar del País Vasco de cuyo nombre no quiero acordarme. A gastos pagados, faltaría más. La sorpresa se produjo cuando, al cabo de unos días, nos llegó una factura que nada tenía que ver con transporte, alojamiento o manutención: el artista se había llevado una puta al hotel y le pasaba el cargo a la radio.

Me he acordado del episodio a raíz del debate sobre si abolir o regular la prostitución. Y me he acordado también de la bronca que tuve con un compañero al que el comportamiento del actor le parecía de lo más normal; lo de ir de putas, quiero decir. Porque lo de la factura fue un marrón que tuvo que lidiar el departamento financiero. Y entonces, como ahora, sé lo que dicen las encuestas: que uno de cada cuatro españoles paga por tener sexo. Y que eso ha ocurrido toda la vida. Y que se ha escrito literatura y se han compuesto canciones muy hermosas dedicadas a las putas. ¿Y qué? Creo que en un tema donde los focos se colocan habitualmente sobre las mujeres, no está mal reflexionar sobre el papel de los hombres en todo el tinglado. Más que nada por lo que resulta una obviedad: que hay putas porque hay puteros; es el mercado, amigo. Y sí, claro, las leyes pueden —y deben— perseguir la trata, el proxenetismo y la explotación; o incluso pueden dar cobertura laboral a quienes decidan libremente alquilar su cuerpo. Que también habría mucho que decir sobre ese concepto de libertad; pero lo que yo planteo —y no pretendo dar lecciones de moral a nadie— son dos cosas. Primero: ¿estamos orgullosos de que España sea el burdel de Europa? Y segundo: ¿en qué se convierte el tipo que paga para hacer lo que le apetezca con una mujer, sabiendo además que en la mayoría de casos está sometida? Pues en algo de lo que yo nunca diría que es de puta madre. Más bien de puta pena.

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