La Opinión de A Coruña

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El papa Francisco advierte del peligro de olvidar la guerra de Ucrania, de que “nos acostumbremos a vivir como si la guerra fuera algo lejano”. Es oportuno este recordatorio cuando lo inmediato, lo urgente, sustituye a lo importante. Pero Bergoglio ha ido más allá y en un encuentro con directores de medios de la Compañía de Jesús ha deslizado que tras el horror de Ucrania ve “un interés en probar y vender armas”. Con ello, el papa argentino parece hacer suya la vieja tesis de que la guerra es un negocio inducido por las empresas armamentistas. Sus palabras han caído como una bomba.

La guerra en Europa no está para este tipo de declaraciones. Se hila muy fino en los gestos, las palabras y en los mismos campos de batalla como para que quien se reclama referente moral universal distraiga la atención de lo sustancial: la agresión a la integridad territorial y a la paz de un país soberano. La respuesta a este hecho apenas concebible ha sido la resistencia ejemplar del pueblo ucraniano y sus dirigentes políticos. La misma nos ha puesto ante la obligación moral de reaccionar ayudando mediante sanciones económicas y suministros diversos —armamento táctico incluido— a parar los pies a Putin y Rusia.

Dos intelectuales europeos de primer nivel como Edgar Morin (100 años) y Jürgen Habermas (92) han publicado sendas condenas a la guerra lanzada por Rusia, han apoyado la resistencia ucraniana y el soporte que debemos prestar a Ucrania, pero advierten de los riesgos de una escalada militar. La solución, señalan, estará en la mesa de negociación, será política y requerirá concesiones por parte de todos: “no habrá un vencedor”. Escribía Morin a finales de marzo que “una de las características de la tragedia es que no podemos permitirnos la debilidad ni la fuerza”. Habermas, por su parte, consciente de que Putin marca los tiempos amparado en la amenaza nuclear, se preguntaba a primeros de mayo: “¿hasta dónde apoyamos a Ucrania?”.

El papa Francisco, quizá sin la experiencia de las guerras vividas en Europa por los anteriores, ha filtrado un argumento muy del gusto populista que causa estragos en el subcontinente de donde procede. Introducir la variable del complejo militar-industrial distrae la atención sobre lo importante sin ayudar en las soluciones. Ya dijo san Pablo, en una de sus epístolas, que los caminos de Dios eran inescrutables.

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