Hace algunos años recibí una encomienda del entonces alcalde de la ciudad, Carlos Negreira, para representar en Madrid a la misma. Allí me encontré que uno de los protagonistas de la jornada era el entonces secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Juan Manuel Moreno Bonilla. Había oído hablar de él, y la verdad es que me sentí cómodo en unos minutos en los que conversamos. Nunca lo volví a ver, pero si ustedes me preguntan les diré que la sensación que me quedó fue de que era una persona moderada, con un cierto perfil técnico más acentuado entonces, y que perdía un rato conmigo a pesar de que en aquella reunión había muchos de los primeros espadas de la política municipalista entonces, aparte de otras personas con gran relevancia a nivel nacional.

Esa fue una sensación, que no me atrevo hoy en día a validar o no, porque no tengo muchos más datos y porque creo que una única experiencia no amerita un juicio de valor demasiado cerrado. Pero, a la vista de los resultados de las elecciones andaluzas, pienso que quizá han tenido un pálpito parecido los ciudadanos de esa comunidad autónoma. Y es que la incontestable mayoría absoluta que ha cosechado no permite demasiadas holguras: ha sido un éxito muy personal, aunque en el mismo vaya también a rebufo su partido. Un cambio en las tendencias, que se ha llevado por delante las aspiraciones de alguna inquietante formación que se veía en la vicepresidencia, y que ha supuesto el aldabonazo final a la trayectoria de otro exhausto proyecto del que no queda ni el apuntador. Sí, un enorme cambio en las tendencias.

Déjenme que en estas líneas, y al margen de las ideas de cada cual, valore positivamente el triunfo de cierta moderación respecto de otros escenarios posibles. Por lo menos de un discurso moderado, o mucho más moderado que otros dimanados de su propio partido, sobre todo si nos fijamos en el de la comunidad madrileña o incluso en el de Castilla y León. Un discurso que muchos dicen que vino a aprender a Galicia, y que nunca es garante de la misma moderación en la praxis, ya que en los mentideros de la política hay muchas personas que predican algo y, por contra, hacen lo contrario a la primera ocasión que tienen. Y es que el discurso solamente es eso, que se le da muy bien a determinados gabinetes de comunicación.

En cualquier caso, y los hechos pondrán a cada uno en su lugar, lo importante para mí no es el discernir si el señor Moreno es verdaderamente moderado o si esa es solamente una piel de cordero, como dicen algunos. Lo más importante para mí es la enorme respuesta social que ha pedido esa moderación y se ha agarrado a ella, premiando un talante, una forma de hacer campaña y un nivel de estridencia menor que lo que se vive en otros procesos electorales, con otros candidatos. Y eso, sinceramente, me llena de alegría. Porque el escenario de crispación y desasosiego que se palpa a veces solamente ayuda a los extremismos, a las salidas de pata de banco, a los discursos que tronzan a la sociedad española y a su evidente diversidad, y que amenazan a una convivencia saludable, fruto de mucho trabajo y mucho compromiso. Sí, Andalucía ha hablado y ha pedido calma, y esa es la principal noticia para mí, la vuelta a una cierta normalidad.

Juanma Moreno, además, representa también más una política que yo he reivindicado aquí muchas veces. La de personas más normales, más sencillas, con menor nivel de divismo y protagonismo absoluto, más apegadas al terreno y menos estrellas del rock. No digo que lo sea, que casi no le conozco, pero sí que lo representa, y esto están resaltando también muchos medios de comunicación estos días. Y, si me siguen, saben que es uno de mis temas preferidos de conversación: la política tiene que estar para dar cauce a los anhelos, la fuerza y las capacidades de la sociedad, y no para eclipsar a todo ello. Y es que bien triste es un país donde iletrados funcionales, para medrar, ven la política como una herramienta óptima. No. La política debería ser algo a lo que las personas solamente intentasen asomarse desde la vocación de servicio, una temporalidad muy concreta y sin apearse de sus propias, personales y particulares vidas. Nada de liderazgos eternos, y mucho de personas honestas que dan juego, y que saben aprovechar lo mejor de todos los de su alrededor, mucho más allá de su propio partido.

Bueno, ojalá esta espiral de distensión y huida del histrionismo y de extremismos que han inaugurado los andaluces se replique en el conjunto del país. Votando a diferentes opciones, cada uno a la que más le convenza, pero pidiéndoles y hasta exigiéndoles a todos que se entiendan, sin dividir y con el bien común por encima de populismos de medio pelo envueltos en una bandera española. Ojalá, queridos y queridas. Ojalá.

Ah, y ¡¡Feliz verano!!