La Opinión de A Coruña

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Javier Cuervo

un millón

Javier Cuervo

Aprenda a vender helados

Llega el verano y el mercado de la heladería sigue funcionando con esa ineficacia que desprecia la oferta y la demanda. Vamos por la ciudad escapando del sol o por la playa buscándolo y el heladero ofrece a precio fijo su fría mercancía hecha con electricidad, agua, leche y fruta. El helado es temporero como la fruta que le da sabor, tiene de la leche la paciencia rumiante necesaria para hacerlo; del agua, el poder de refrescar y de la electricidad, el frío...

Si el heladero aprendiera de la frialdad eléctrica vendería el polo de limón al mismo precio que el helado de frambuesas y abandonaría su política de precios fijos porque las apetencias y las necesidades son cambiantes y cotizan en el mercado continuo. Ahora no pagaría un euro por un helado grande, pero hay momentos en los que daría el reino de Juan Carlos por un polo. Según la lógica de la energía los días de calor deberían subir los precios de los helados con precios punta en el lapso central del día, dejando a las economías más modestas la oportunidad de lamer en el periodo valle de 7 a 9 de la mañana o chupar sorbetes en las tardes desapacibles.

Como la demanda en la playa escala después de comer ese sería el momento más caro del día. ¿Quién si su hijo le pide un helado le da una piedra? dicen que dijeron Lucas y Mateo que dijo Jesús, adelantando a la antigüedad la complacencia paternofilial de las clases medias contemporáneas. Eso está en las escrituras, en la carta fotográficas de los helados industriales y en la pizarra del heladero artesano.

La bolsa debería enseñar a los heladeros que cuando hay muchas compras los precios suben y cuando hay cola el helado debería encarecerse en cada cliente. El último, más deshidratado de esperar, es lógico que pague más porque disfruta de más alivio y necesita más reponer líquido. ¿Que llega el verano y las familias vulnerables y en riesgo de exclusión se quedan sin esta fría golosina? El Estado debe intervenir asegurándoles un polo de agua, de cualquier sabor para respetar la libertad de elección. Pero el frío energético ni tocarlo.

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