La Opinión de A Coruña

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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

La larga mano del imperio

“Blindar” es la palabra de moda. Sustituye en la pasarela mediática a “Brutal” que tuvo un reinado efímero... Antes, desfilaron hacia el olvido “Empoderar”, “Transparente”, “Inviolabilidad”, “Oligarcas”, “Integración”, “Armas” y “Guerra”, que es la palabra que nos puede acabar matando a todos, Pues bien, para aumentar el riesgo de que tal cosa suceda, la OTAN, es decir, Estados Unidos (o el Pentágono), quiso dar un cambio estratégico aprovechando la crisis económica mundial y la invasión de Ucrania por Rusia. Para materializarlo contaban de inicio con el apoyo incondicional de Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda los conocidos como “Los Cinco Ojos”, una organización de inteligencia reservada en exclusiva a las democracias liberales anglosajonas (las mismas que lanzaron el sistema Echelon de espionaje masivo ,incluido el de sus propios aliados). Y también con el G-7 , que aglutinaba a las democracias más ricas e industrializadas como Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Italia Brasil, y Canadá. Eso sí, faltaban en la lista naciones tan pobladas y crecientemente industrializadas como China, Rusia, India, Egipto, Irán, Nigeria, Arabia Saudí, y los riquísimos emiratos del Golfo Pérsico. El escenario escogido para visualizar el cambio fue España y más concretamente su capital, Madrid donde gobernaba ( o lo que fuere) un social-liberal llamado Pedro Sánchez sostenido en el ejecutivo por los restos de lo que fue Unidas Podemos y con ayudas puntuales del republicanismo catalán y de otras formaciones minoritarias. Desde que Zapatero no se levantó de su asiento en un desfile al paso de un abanderado militar de Estados Unidos, invitado a participar por un Gobierno de Aznar, fue objetivo de los dirigentes social--liberales españoles congraciarse con el amigo americano.

Y uno de los más tenaces en la tarea fue Pedro Sánchez, al que vimos perseguir por un pasillo a Joe Biden para pegar la hebra con él, aunque solo fuese un minuto. Un suceso con ribetes cómicos que el equipo de comunicadores de La Moncloa quiso hacer pasar como un diálogo entre estadistas. Pero si hay que destacar alguna faceta positiva en el carácter del presidente Sánchez, esa es la tenacidad. Durante el tiempo que precedió a la cumbre de la OTAN, debió de manejar en secreto algunas de las medidas políticas con las que nos iba a sorprender aprovechando la celebración de la cumbre en Madrid. La primera de ellas fue el reconocimiento a Marruecos de la soberanía del Sahara Occidental, del que España era administradora, según dictamen de la ONU. La toma de partido en favor de Marruecos al que se definió como aliado preferente, cogió desprevenida a la opinión publica y a la militancia del PSOE, que no entendían cómo un asunto de vital importancia pudiera ser resuelto sin conocimiento de la ciudadanía. Y más todavía cuando supuso la ruptura con Argelia nuestro principal proveedor de energía, Algunos maliciosos, que siempre los hay, sospechan que la larga mano del Imperio tuvo mucho que ver en el cambio de postura de Sánchez. Y lo mismo cabe decir de la autorización de dos nuevas fragatas con armamento nuclear en la base de Rota que se unirán a las cuatro ya fondeadas allí. Animado por el clima belicoso que se extiende en la cumbre, Sánchez ha advertido a Putin que será derrotado. Tachín. Tachán.

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