La Opinión de A Coruña

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Jordi Cerdà.

Basilio Losada o “as imaxes de múltiples formas”

El profesor, escritor y traductor Basilio Losada falleció en Barcelona el pasado sábado. Pero ¿quién fue Basilio Losada? Basilio Losada era un hombre madrugador. Cuando impartía sus clases de doctorado, las programaba a las ocho de la mañana, un horario que parecía puesto para disuadir o directamente importunar a los alumnos. A pesar de todo, siempre había los fieles que vencían la pereza matutina o las resacas juveniles para escucharle. Basilio Losada fue un profesor, un magnífico profesor, que creo que nunca rellenó ningún aplicativo de plan docente, ni realizó ningún informe sobre criterios o valores de empleabilidad de los estudios que impartía. Una clase suya sobre una cantiga medieval gallego-portuguesa podría acabar, por qué no, en una disertación sobre la pintura matérica de Antoni Tàpies. Nunca sabíamos de qué iba a hablar, pero siempre teníamos la convicción de que acabaría cautivándonos. Tal vez porque el saber, el auténtico saber, no suele transitar por los caminos anodinos de la previsibilidad, sino que nos asalta de improviso, siempre arriesgando.

Basilio Losada o “as imaxes de múltiples formas”

Basilio Losada fue un hombre con una persistente inclinación por la heterodoxia, con una inveterada simpatía por los vencidos. En sus clases oí hablar por primera vez del priscilianismo. O del adopcionismo, una herejía que, de paso, nos llevó por el imprescindible diálogo intercultural, esencial para aminorar fanatismos e intransigencias de todo tipo.

Basilio Losada fue un hombre muy aficionado a los libros, que trajinaba constantemente de una clase a otra para que los alumnos los hojeáramos. Era asiduo del mercado de libro viejo del mercado barcelonés de Sant Antoni. Con bastón, bolsas en bandolera y paso tintineante, iba rastreando las paradas hasta dar con las piezas más raras.

Basilio Losada era gallego, gallego de nación, como le gustaba recordar que decía su admirado Álvaro Cunqueiro. Y si una patria tiene mucho que ver con la infancia, la de Basilio Losada fue la de su aldea de niñez. Un paraíso del que fue expulsado por un acontecimiento extremamente doloroso: la Guerra Civil.

Basilio Losada nos hizo descubrir y nos hizo amar, a muchas generaciones de estudiantes catalanes, su país, Galicia. Fue, según Manuel Rivas, el orgullo de Galicia en Cataluña. Un país, quizás el único del mundo, que no tiene un escritor nacional, sino una escritora: la poeta Rosalía de Castro. A ella, precisamente, le dedicó su tesis doctoral y sobre ella impartió su última clase en la Universidad de Barcelona. De Rosalía, al profesor Losada le gustaba destacar su categórica expresión de dolor. Y siempre que pienso en Rosalía me viene a la mente otro poeta que Losada apreciaba especialmente: Luis Pimentel, quien dijo de Rosalía que “ela chorou pra todos e pra sempre”. Este médico y poeta de Lugo, que tanto sabía del sufrimiento cotidiano, escribió Cunetas, uno de los poemas más espeluznantes sobre la guerra, sobre la muerte, sobre el caos del dolor y la desdicha, y, a pesar de todo, sobre el frágil hilo de la esperanza. “Teñen que se encher aínda /as cunetas / con sangue de mestres o de obreiros [...]Lama, sangue e bágoas nos sulcos / son semente”. Y, de hecho, esta semente, semilla, dio sus frutos: como el propio Basilio Losada, y los hombres y mujeres de su generación que fueron capaces de hacer florecer una renovada cultura gallega —a pesar de la guerra, la dictadura o de tantas y tristes adversidades—.

Basilio Losada fue traductor, un gran y extraordinario traductor, que obtuvo las más altas distinciones por este oficio, como el Premio Nacional de Traducción en 1991. Tradujo del francés o del alemán, pero se le conoce sobre todo por haber traducido mucho y muy bien las lenguas ibero-románicas: el gallego, el catalán y, por supuesto, el portugués. De Basilio Losada, para la editorial Seix Barral, son las traducciones a mediados de los setenta de, a la sazón, la nueva narrativa portuguesa, representada por nombres como Vergílio Ferreira o José Cardoso Pires: los proto-mártires. Y cabe recordar que Basilio Losada fue el traductor de José Saramago al español desde mediados de los años 80, cuando el escritor alcanzó el reconocimiento unánime de la crítica y los lectores en todo el mundo hispano: gloria celestial. Fue el responsable directo de la seducción saramaguiana del lector hispánico, punto de inflexión decisivo para el que es, hasta la fecha, el único Nobel de literatura en lengua portuguesa. Pilar del Río leyó primeramente Saramago en el castellano de Losada. Luego será ella quien asuma el exigente testimonio de trasladar las obras del escritor portugués al castellano. Dulce relevo.

Sin embargo, Losada no se limitó solo a ser un traductor. Fue un mediador, un apóstol de la buena nueva literaria en lengua portuguesa. Un hombre con una extraordinaria capacidad de empatía, de tal modo que, algunos de los autores que tradujo, fueron sus confidentes y amigos. Hacía gala de galleguidad, practicando con asiduidad y gusto la conversación. Nos decía, nunca lo vimos, que era capaz de abrir una ostra por persuasión. Fue un excelente fabulador. Según contaba, escribió la nouvelle A peregrina como reto a un editor, en la que fue su única incursión en la ficción (escrita) que realizó, acompañada de un prólogo de José Saramago, y que apareció en castellano y en gallego. Supo a poco.

Basilio Losada ha fallecido y no doy crédito. La verdad del pasado sábado nos dejó aturdidos. Sin embargo, estoy convencido que Basilio nos seguirá y seguirá contando sus peripecias descollantes en la memoria de los que lo conocimos, sin cuartel, porque la fábula, como él la vivió, no entiende de créditos.

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