La Opinión de A Coruña

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Tino Pertierra.

Solo será un minuto

Tino Pertierra

Revestidos de etiqueta

Cualquier prenda de ropa que te compres viene cargada de etiquetas. Incluso unos simples gayumbos vienen cargados de información colgante que, más allá de los consejos de lavado, poco o nada aporta al nuevo dueño. Ni te cuento lo que puede venir en unos pantalones o una camisa, a la espera de unas tijeras que dejen el panorama menos invadido. El exceso de etiquetas no solo sale del armario. Florece en todos los territorios del ser y del estar. Las redes sociales son un caladero privilegiado. Das una vuelta por la del caralibro o la del pajarito y entras en contacto estrecho con la estrechez de miras de quienes se pasan la vida juzgando a los demás y colocando una etiqueta bien visible que los catalogue. La adjetivación como horma de zapatos que buscan talones de Aquiles para rozar. Y herir, si es posible. Plantar un opino es todo ventajas: no hay que esperar para ver cómo crece, y más si no se toman la molestia de argumentar la palabrería. Se coge la etiqueta que se desee, se busca a alguien a quien pegarla y listo. Todo bien ordenado por categorías. Te pueden etiquetar por tus gustos musicales, por tu forma de vestir, por tu manera de caminar, por tus preferencias sexuales y por lo que se supone que votas y vetas. No hay familia sin etiquetadores oficiales ni lugar de trabajo ni tertulia donde no se recurra a la grapadora o los adhesivos para el clasificado de los demás. La publicidad se aprovecha de ello, claro. La de perfumes y cosmética lo hace sin recato. La de coches siempre pisa el acelerador en esos asuntos de ca(ra)melización. Quieren que no te sientas un consumidor etiquetado más y te ofrecen ser diferente, como esa chavalería que utiliza ropa de marca lo más rota posible para pensar que son un espíritu libre que se opone a ser domado mientras persiguen la liebre de la uniformidad.

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