La Opinión de A Coruña

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Juan José Millás

el trasluz

Juan José Millás

Romper cabezas

“Cuando lo único que tienes en la vida es un martillo, no es raro que veas clavos por todas partes”. Leí esta frase en algún sitio y luego la olvidé y hoy me he levantado de la cama con ella, como cuando amaneces con el estribillo de una canción que no te puedes quitar de la cabeza. Voy con la frase del martillo a todas partes y de ella se van desprendiendo estas otras: Cuando eres biólogo, ves el mundo desde la biología; cuando químico, desde la química: si padeces úlcera, desde la úlcera; si miope, desde la miopía; si agricultor, desde del tractor; si millonario, desde el mejor ático de la ciudad.

Se llama sesgo.

Las autoridades sanitarias tachan de políticas las protestas del personal médico, que no da abasto. Quien vive de la política, no ve otra cosa que política. Hay tantos sesgos como personas. Yo tengo un sesgo trágico: me parece, por citar otra frase cuyo autor tampoco me viene, que solo somos sombras y ceniza, únicamente eso, sombras y cenizas, y que la vida es un sueño pavoroso. Tengo también un sesgo de carácter farmacológico: confío mucho en las pastillas, de modo que a media mañana me he tomado un ansiolítico para dejar de escuchar los golpes del martillo contra los clavos. Curiosamente, este, el de clavar clavos, fue uno de los entretenimientos de mi infancia. Cuando mi padre me veía aburrido, me daba un montón de clavos, un trozo de madera y un martillo.

–Procura no machacarte los dedos —me decía.

Mi casa estaba llena de maderas que parecían erizos. Acabo de leer una novela alucinante, Trilogía de Copenhague, de Tove Ditlevsen, en la que un personaje se pasa la vida haciendo lo mismo. A lo mejor, la frase del martillo ha surgido de la lectura de ese libro. Ahora bien, conviene añadir que hay algo peor que tener solo un martillo, y es no encontrar ningún problema con forma de clavo. Ahí estás, como un idiota, mirando a tu alrededor sin nada que arreglar. En tales casos, no es raro que el dueño del martillo, lleno de un rencor social insoportable, se dedique a romper cabezas.

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