No abundan las razones por las que un ser humano desearía casarse con el desequilibrado Ben Affleck. En cambio, Jennifer Lopez posee una de las personalidades y cuerpos más cotizados del universo, su atractivo se ha independizado de los 53 años que cumplió el pasado 24 de julio. El emparejamiento de ambos resulta tan inesperado, que solo se le concede el crédito de la restauración de una relación que dos décadas atrás cursó al menos sin el agravante de un matrimonio.

El canto al reencuentro amoroso de Ben Affleck y Jennifer Lopez pisotea como mínimo a los episodios titulados Jennifer Garner y Marc Anthony, porque la mitomanía exige que las decisiones sucesivas del ídolo sean inapelables. Al tratarse de una cantante de origen latino, la recuperación con sello matrimonial del primer gran amor obligaría a colocarse bajo la novela más leída de Gabriel García Márquez. Que no es Cien años de soledad, aplaudido incluso por Borges como un gran libro, “aunque creo que con cincuenta años hubiera bastado”.

La cima comercial del escritor colombiano es El amor en los tiempos del cólera y también posee un trasfondo de calendario, porque Florentino Ariza aguardó 53 años, siete meses y trece días a requebrar de nuevo a Fermina Daza. Como se ve, la pareja de una novela tan infalible que en Estados Unidos se vendió en cifras estratosféricas bajo el señuelo de devolver el dinero a quien no se sintiera complacido, supera ampliamente la marca de Jennifer Lopez. Por no hablar de los nombres perfectamente elegidos de los participantes.

Toda la vida de J.Lo ahora Jennifer Affleck es una pugna para ingresar en la royalty de Hollywood. El interés puede superar en nobleza al amor, y los novios de larga duración recomponen una pareja legendaria con doble boda, compuesta por Liz Taylor y Richard Burton. Ella era solo un icono y él era solo un actor, pero las chispas en forma de broncas alcohólicas al aproximarlos justificarían por sí solas la existencia de un periodismo amarillo. Como mínimo, cabe desear a Lopez/Affleck que no acaben como Natalie Wood y Robert Wagner, también recasados y con una extraña muerte para la protagonista de Al este del Edén. También la novela de García Márquez ofrece una respuesta sobre el futuro del matrimonio del año, en “a la vida no la enseña nadie”. Es indómita y caprichosa.