La pasión de simbolizar la supremacía alzando la torre más alta es tan vieja como la Babel del Génesis. Entre el skyline de San Gimignano y el de Nueva York hay un gran parecido, pues ambos reflejan esa pasión para ser más que nadie, da igual que en la primera fueran familias como la Salvucci y en la segunda otras como la Rockefeller. El virus de la enfermedad sigue suelto, pues forma parte constitutiva de la naturaleza humana. Pero incluso en esta patología hay modos de minimizar los estragos que provocan los egos desatados. Por ejemplo, las Cuatro Torres del CTBA en Madrid no dañan el paisaje urbano e incluso lo realzan y caracterizan. En cambio, la Torre Pelli, en Sevilla, es un desastre que, a pesar de la distancia, minimiza la torre de su catedral (La Giralda). Sin embargo, como el ego personal y colectivo no para (y sensibilidad hay poca), aún podremos ver cosas peores.