La Opinión de A Coruña

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Ya mismo Navidad. Agosto es el domingo del año. Agosto es una abuela esperando en el pueblo a la parentela capitalina, que viene seca, tiesa y soñando con la alberca, los melocotones y las siestas a la sombra de la chumbera tras llenar el buche de gazpacho. Agosto es la oportunidad del radiofonista suplente, del presentador ocasional que chupa banquillo el resto del año. En agosto los poetas piensan ya en cómo versificar el otoño mientras espantan a las moscas y sin querer espantan también a las musas, que van en enaguas repartiendo adjetivos. El poeta que dice que la vida es una singladura no llega a buen puerto.

En agosto se independizó Suiza, dato que incluimos aquí para que todos aprendamos algo con esta columna. En agosto se da la estampida y el hombre timorato teme a su libertad. Se abre ante él un enorme agujero de tiempo sin obligaciones.

Agosto es el título de un libro, premio Pulitzer, de Tracy Letts, en el que proclama su afición a los libros y a los “placeres sencillos, como encontrar cebollas silvestres al borde del camino”. En las playas de mi niñez había coquinas. Las cogías a puñados en la orilla con solo escarbar un poco. Hoy solo las veo en los restaurantes. Las coquinas eran mis cebollas al igual que para otros la búsqueda era de ranas o de setas.

Agosto es el oasis del procrastinador, ya en septiembre si eso y a la vuelta hablamos. Maleducados en la multitarea, agosto es el remordimiento cuando no haces nada y la pereza se enseñorea. En agosto comenzamos a leer libracos en los que se cometen crímenes bárbaros que un detective solitario borrachín trata de resolver en una exótica ciudad que no es exótica para los que viven en ella. En agosto los que nunca leen periódicos te dicen que ellos en agosto no leen periódicos.

En agosto las tardes se acortan para recordarnos que nada es eterno. En agosto se recrudece la lucha para que el vino tinto no te lo sirvan “a temperatura ambiente”. No es el mes más cruel, ni son las jornadas baldías. No tiene la sensualidad de junio ni el colorido de octubre; no hay luces de Navidad pero su personalidad se sobrepone sobre nosotros. Un hombre escribe un pregón para las fiestas de su pueblo y un anciano en una residencia añora el agosto de su niñez. De los de su madurez no se acuerda. Plantar un árbol, tener un hijo y trabajar un agosto. Agosto es por Augusto por mucho que a veces parezca que estamos sin romanizar. Agosto es para leer el discurso sobre el humor con el que Wenceslao Fernández Flórez ingresó en la Academia, estrenar un ventilador y un sombrero Panamá. Turista en mi interior. Segunda ronda, por favor. Rebequita en el Norte. Lo mejor está siempre por llegar. Por agostear.

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