La Opinión de A Coruña

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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Grandes inventos para ahorrar

Muchísimas lunas antes de que Pedro Sánchez se quitase la corbata para que los españoles le imiten y ahorren luz, los descamisados del general Perón habían ido ya más lejos en Argentina. Y razón no les faltaba. Una camisa da más calor que un lazo al cuello, con lo que el ahorro de energía ha de resultar, por fuerza, bastante mayor.

A diferencia de algunos de sus socios de Gobierno, Sánchez no tiene la menor pinta de peronista; razón por la que probablemente haya desechado la idea de aconsejar al pueblo que se descamise. Basta con desanudarse la corbata, que es medida más templada y socialdemócrata.

No se trata de una iniciativa original, como casi ninguna. La propuso hace ya once años —y sin mucho éxito de público— Miguel Sebastián, que a la sazón ejercía el cargo de ministro de Industria de un gobierno presidido por José Luis (R.) Zapatero, a quien sí podría calificarse de levemente peronista.

El propio Sebastián calculaba entonces los tantos por ciento de ahorro energético que podrían obtenerse sin más que guardar la corbata en el armario durante los meses del verano. No hay noticia de que el INE o cualquier otro organismo oficial hiciese un seguimiento de los resultados de aquella original medida, detalle que nos impide conocer su grado de eficacia.

Aun así, es de temer que sus efectos sean más bien limitados. La corbata, repudiada por los jóvenes y olvidada por una mayoría de adultos, no es prenda de gran uso en este país, salvo en época de bodas y bautizos. Aunque todos los encorbatados se aliviasen de ella siguiendo los consejos de Sánchez, poco habría de contribuir ese simbólico gesto a la causa del ahorro de energía.

Más razonables parecen las medidas recién aprobadas por el Gobierno para reducir el consumo de luz en los edificios mediante cierre de puertas y limitaciones en el uso del aire acondicionado o la calefacción. Será vistosa, además, la obligación de apagar los escaparates comerciales, metáfora de la noche oscura del comercio.

Todo está inventado, en realidad. Ya durante la crisis del petróleo de 1973, el gobierno franquista de entonces acordó reducir el alumbrado público en carreteras y calles, si bien una medida tan drástica desluciría hoy el efecto de las populares luces de Navidad. Es de esperar que el ruso Putin, sujeto poco navideño, no nos siga apretando las tuercas hasta el punto de hacer necesaria tan sombría medida.

Contra el gasto de luz se ideó igualmente la reducción de velocidad en las autopistas a 110 kilómetros por hora, como el memorioso lector recordará.

Felizmente, la situación no parece hoy tan grave como para recurrir a la instalación de calderas de gasógeno en los coches, Aquel artefacto de aparatoso tamaño que se acoplaba a la popa de los automóviles durante la posguerra permitía sustituir la gasolina por leña, carbón o cualquier material susceptible de arder y producir los gases que le daban marcha al motor. Sería un ecológico método para darle salida al matorral de los bosques, pero quizá no convenga ir tan lejos.

Mejor parece, aunque no sirva de mucho, la cruzada contra el uso de la corbata que ahora mismo encabeza el presidente Sánchez. Si la crisis va a peor, ya se les ocurrirá algo más a quienes mandan. El repertorio de los grandes inventos del TBO es una fuente inagotable de inspiración.

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