No dudo de los avances y posibles ventajas de todas las medidas que se incorporan a los modernos automóviles, aperturas de puertas sin llave, cambios automáticos, detector de voz para múltiples aparatos, alertas por cambios involuntarios de carril, frenados de emergencia, etc. y no digamos nada de los Sistemas Avanzados de Asistencia a la Conducción (ADAS, en sus siglas en inglés) que se comercializarán en todos los vehículos a partir de 2024, una de cuyas especialidades es que detectan la fatiga y somnolencia del conductor y actúan en consecuencia, tanto en el motor y volante del coche, como sobre el cuerpo del adormilado conductor. Ya digo que no dudo de sus ventajas y que salvarán vidas evitando accidentes. Pero me da la impresión de que todo ello es a fuerza de arrinconar al conductor como un guía pasivo, y me temo que a fuerza de anularle acciones como es el movimiento de la palanca de velocidades, el ejercicio de mover los pies para apretar los pedales, acabemos consiguiendo efectos contrarios como es el letargo, el sopor de quien se apoltrona en un confortable asiento y porque ya no se le pide otra actividad que estar mirando a través del parabrisas y de vez en cuando el tablero del coche. Tal pasividad es como para dormirse.