La Opinión de A Coruña

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Javier Cuervo

un millón

Javier Cuervo

No humanice los objetos

No me gustan los carteles que humanizan objetos. Hace años se veían coches que llevaban en una ventanilla lateral un cartel que decía Me venden. “¡Qué cabrones!”, pensaba yo. No me parecía una operación comercial lícita precisamente por esa humanización del coche. A los humanos no se les vende. Bueno, se les venden enteros, preferiblemente de tamaño pequeño y en piezas, pero es una maldad repugnante.

Algún balcón he visto proclamando Me alquilan. Lo encuentro un espacio muy pequeño y para vivir a la intemperie. No me extraña que tenga menos demanda que esos otros en los que han puesto un anuncio de se alquila este piso. Tienes un piso, vives en él y algunas veces sales al balcón, pero tienes un balcón, apenas cabes, careces de intimidad y los dueños del piso no te dejan entrar en su casa.

En los bares hay grifos que piden en verso que los cierres, váteres boquiabiertos que ruegan que los dejes como los encontraste, mingitorios que imploran puntería. Al humanizarlos piensas que cómo le vas a retorcer la cabeza al grifo poeta, cómo vas a seguir explotando ese váter en tarea tan menesterosa. El mingitorio humanizado, contra lo que pide, invita a que mees fuera porque las baldosas no están humanizadas y él sí. ¿Exceso de empatía? No. En estos tiempos no se conoce la empatía por exceso.

Como España vivió muchos años en bares con servilletas de papel arrugadas, colillas aplastadas y cáscaras de mejillón por el suelo al llegar los estándares olímpicos de limpieza las barras se llenaron de unos recipientes de cerámica que decían “soy la papelera”. Alguna noche de copas acabé intentando subir la autoestima de este objeto lastimero diciéndole que si tuviera una maceta dentro sería un admirado florero. En vano.

No me gustan los objetos humanizados porque me mueven a la empatía, ya digo, pero también porque se empieza por humanizarlos y se les acaban pidiendo derechos similares a los humanos y, no, escobilla del baño, lo siento, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

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