La Opinión de A Coruña

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Salinas

Todos los mitos de la depresión

La incertidumbre que produjo la pandemia del coronavirus, los excesos laborales y las prisas, en general, de una sociedad desquiciada está provocando un reguero de graves problemas mentales que llevan el camino de convertirse en toda una epidemia. De entre todos, uno de los más graves es el de la depresión, sobre la que las personas con escasos conocimientos en cómo funciona la mente humana tienen una concepción extraña, rara. Los que la ven desde fuera no saben qué es lo que le puede pasar por la cabeza a alguien que sufre una depresión, hay una serie de mitos además que se han ido perpetuando en el tiempo y de generación en generación y que provocan que esa distorsión sea aún mayor.

Por ejemplo, si a alguien que no tiene demasiado control sobre el tema se le pregunta cuál es el principal síntoma de la depresión muy probablemente responda la tristeza. No es así. Lo que realmente caracteriza a este trastorno es la anhedonia y que es algo así como no tener ganas de hacer nada. Lo que antes producía placer (hacer ejercicio, leer un libro, ver una película, estar con los amigos...) para una persona que pasa por un proceso depresivo solo produce indiferencia. Lógicamente eso provoca una paralización de las actividades diarias. Uno ya no es lo que era.

Otro mito, este algo más técnico. Hasta hace no mucho se pensaba que la serotonina (una sustancia que segrega nuestro cerebro) desempeñaba un papel central en la depresión, pero algunas investigaciones recientes han desmontado esta creencia. Hay otras vías que son las precursoras. Una de ellas es la del estrés que, según se ha visto en algunos estudios, provoca una inflamación cerebral. Aunque no debe caerse en el error de atribuir a una sola causa este trastorno tan grave y al mismo tiempo paralizante. La depresión tiene muchas caras y, consecuentemente, también tiene muchas vías que determinan su inicio. Ninguna es determinante, suele ser una confluencia de varias molestias mentales.

Uno de los mitos más extendidos es que la depresión es un trastorno que solo afecta al cerebro, no al cuerpo. Mentira. La depresión es paralizante, tanto desde un punto de vista cognitivo como físico. Nuestro comportamiento es un reflejo de nuestro estado cerebral. Una de las vías de escape de la depresión suele ser el “mal humor”, es una manifestación bastante común y que los demás, el mal llamado entorno, suele malinterpretar como otras muchas señales.

Uno más, la depresión no aparece de un día para otro. Es un proceso largo que no viene de la noche a la mañana. Pero la terapia suele enfocarse en los sucesos más próximos, y esto no es un alegato a la psicoterapia freudiana, y más si se cae en las manos de un psiquiatra que lo que busca es obtener resultados lo más inmediato posible y suelen acabar por abusar de los estabilizadores del ánimo (de las pastillas).

Porque los fármacos, en líneas generales, no suelen curar la depresión. Ayudan a quien la padece a llevar de forma más honorable el dolor, pero lo que realmente cura es una terapia psicológica integral en la que el paciente tenga la oportunidad de saber qué es lo que tiene que hacer para poder volver a su estilo de vida y no caer en las negras garras de la depresión, donde todo es oscuridad.

La discusión está bastante candente. El debate está abierto. Tanto que las teorías sobre las razones de la depresión continúan tomando forma y mutando. Aaron Beck, el pionero de la conocida como terapia cognitivo-conductual (en la que se mezclan esos dos modelos, el de la reestructuración del pensamiento con el del comportamiento y que, de manera sorprendente, habían vivido de espaldas), hizo hace unos pocos años una reflexión sobre lo que definió como las “características más desconcertantes” de la depresión extremadamente llamativa. Dijo que este trastorno puede verse como una “adaptación para conservar la energía después de la pérdida percibida de una inversión en un recurso vital como una relación, la identidad de grupo o un activo personal”. Es una visión novedosa, holística y que da para una reflexión mucho más profunda.

En realidad, lo que quiere decir Beck es que la depresión puede ser una función de nuestro organismo para reservar energía una vez que lo que antes nos llenaba ha desaparecido o percibimos que ya no está presente o las condiciones han cambiado. Es decir, todo es un fallo de nuestra errática evolución como especie.

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