Debido a la rara y nunca confirmada idea de que siempre vamos a mejor, hemos dado carácter definitivo a las libertades y la democracia, como si fueran una estación de llegada. Pero esto es puro voluntarismo. En el fondo la democracia se parece más bien a un armisticio en la lucha de todos contra todos, como lo es la socialdemocracia en la lucha de clases, y puede saltar por los aires en cualquier momento. De hecho USA, el país que la inventó como fórmula de gobierno, vive a cámara lenta un golpe antidemocrático que tras su fracaso momentáneo a raíz de las elecciones presidenciales de 2020 prosigue en forma larvada sin que el poder democrático haya sido capaz hasta ahora de derrotarlo. Algunos países de la UE no están tampoco en absoluto libres de esa amenaza. Poner en valor el ejercicio de la democracia en cualquier escalón del poder es hoy cuestión de salud pública.