La Opinión de A Coruña

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José Manuel Ponte

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El escaparate de los mitos

Uno de los niños que en la década de los sesenta coleccionaba postalillas de futbolistas se conduele ante la noticia de la muerte de uno de los más admirados, el delantero alemán Uwe Seeler. Jugaba en el Hamburgo (su ciudad natal) y en la selección de la República Federal de aquella Alemania todavía partida en dos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los futbolistas alemanes contribuyeron en buena medida a la complicada tarea de recuperar el orgullo patrio después de la infernal inmersión en el nazismo de buena parte de la ciudadanía —un proceso que se conoce como el “milagro alemán”—El primer paso lo había dado el equipo nacional de fútbol al conquistar el campeonato del mundo que se celebró en Suiza el año 1954. La victoria germana constituyó una sorpresa morrocotuda, ya que se daba por seguro ganador al formidable equipo de la república comunista de Hungría que venia derrotando con amplitud a todas las selecciones que se le habían opuesto en los años precedentes. “El fútbol es así”, suele decirse para explicar lo inexplicable. El equipo que capitaneaba Ferenc Puskas (que había llegado al rango ficticio de coronel en el ejercito húngaro), era una máquina perfecta de jugar al fútbol sin diferencias apreciables ,en cuanto a calidad, en todas sus líneas aunque la delantera con Kocsis, Czibor, Hidegkuti y el propio Puskas se llevaba la admiración de los aficionados. Frente a ellos, los alemanes del Oeste parecían la víctima propiciatoria, más preocupada por que no le endosasen una goleada humillante. Pero, ya se sabe, “el fútbol es así” y el equipo que comandaban los hermanos Fritz Walter y Ottmar Walter, con mucha humildad y no menos derroche físico, acabó por llevarse la copa Jules Rimet pese a que parecía estar adjudicada a Hungría ya antes de que se jugase el partido. La crítica deportiva intentó sin éxito encontrar las causa de aquel sorprendente resultado. Se habló de que Puskas había saltado al campo con una lesión que le impedía maniobrar con la eficacia habitual. Circuló la especie de que los compromisos internacionales de la escuadra magiar pudieran haber agotado a los jugadores que llegaron a la final del torneo. sin el vigor físico requerido. En fin, se dijeron muchas cosas pero el argumento definitivo fue el de siempre: “El fútbol es así”. Con el paso de los años y con la bonanza económica general , los equipos alemanes del Oeste mejoraron las instalaciones destrozadas por la guerra para acoger con más comodidad a los miles de aficionados que llenaban los graderíos. Y en esa circunstancia favorable surgieron los grandes jugadores como Uwe Seeler, que acaba de morir a los 85 años El escritor español Fernando Aramburu, que vive en Alemania, se reconoce como uno de los niños que coleccionaban postalillas de los futbolistas famosos y recuerda que en el “escaparate de los mitos” figuraban Pelé, Eusebio, Bobby Charlton, Gianni Rivera, el enlutado portero ruso Yashin ,más conocido como la “Araña negra”. Entre ellos figuraría Uwe Seeler, el 9 de la Alemania recobrada. Mi buen amigo, el internacional vigués Quique Alvarez Costas , que tuvo que marcarlo en más de una ocasión, me dijo que no siendo demasiado alto se elevaba en el aire más que nadie para rematar de cabeza. En eso era único.

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