La Opinión de A Coruña

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Ánxel Vence

Crónicas galantes

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Teledemencia

Cuanto más ve uno la tele, más posibilidades tiene de caer en la demencia. A esta novedosa deducción han llegado los investigadores de varias universidades de Estados Unidos en un prolijo estudio que se limita, eso sí, a los mayores de 64 años en adelante. No es que la televisión nos vuelva locos, pero se conoce que ayuda.

Para obtener esta conclusión no hacía falta seguir a 150.000 jubilados durante más de un decenio, que es exactamente lo que han hecho los investigadores norteamericanos. Hay serios indicios de que ciertos programas y canales de televisión aturden a cualquier edad. Para comprobarlo, basta la mera observación de los individuos sometidos a una dieta de Sálvame, La Isla de las Tentaciones, Supervivientes y MasterChef sin tomar antes las debidas cautelas.

Lo que han conseguido los científicos estadounidenses es medir con cierta exactitud el riesgo. Calculan que las posibilidades de sufrir demencia aumentan un 40 por ciento al cabo de una década en aquellos pensionistas cuya única o principal fuente de entretenimiento es la tele. Ese porcentaje se reduce a la mitad en el caso de los que, aun siendo igualmente amantes del sofá, dedican sus ocios a trastear con el ordenador o leer un libro.

Contra lo que se creía hasta ahora, los analistas concluyeron que la práctica del deporte no es tan decisiva a efectos de prevenir la aparición de los desvaríos que pudiera traer consigo la mucha edad. Influye bastante más, al parecer, el entrenamiento de las neuronas que el de los músculos; aunque una cosa no quite la otra, como es lógico.

También pudiera ocurrir que los que ven más la tele tuvieran ya una predisposición al deterioro mental, según observan otros especialistas en este campo. La adicción a la pantallita sería más bien un síntoma previo que una consecuencia de estar todo el día colgado de ella. Quien sabe.

Este supuesto vínculo entre la tele y la demencia vienen intuyéndolo hace ya tiempo los promotores de la Semana sin Televisión, que convocan —o convocaban— cada año a una huelga de televisores desenchufados. Alegaban los promotores de esa curiosa iniciativa que la tele engorda, disuade de la lectura y atonta indistintamente a los niños y a sus papás. Ahora podrían añadir que también favorece la pérdida del oremus en las personas de mayor edad, amparándose en el dictamen científico de las universidades de Norteamérica.

Por fortuna para las tropecientas cadenas tradicionales y las más modernas que usan YouTube y Twitch en la difusión de sus contenidos, no todo el mundo está de acuerdo con esta visión apocalíptica de los males de la televisión.

Fue precisamente el americano Groucho Marx quien primero descubrió las muchas virtudes pedagógicas de la pequeña pantalla. “La televisión me parece un instrumento muy educativo”, decía el comediante filósofo. Y lo explicaba así de cabalmente: “Cuando alguien la enciende en casa, yo me voy a la habitación de al lado a leer un buen libro”. Groucho, dicho sea de paso, mantuvo en antena durante casi diez años el concurso televisivo “Apueste su vida”, que él mismo presentaba.

A pesar de estas claras funciones educativas, los investigadores americanos antes citados insisten en que la tele acelera la llegada de la demencia en la gente mayor. Ya verán como acaban prohibiendo a los viejos una de sus pocas distracciones.

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