La Opinión de A Coruña

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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Sánchez se pasa a la oposición

Tal vez persuadido por las encuestas de que Alberto Núñez Feijóo le va a quitar el trabajo, Pedro Sánchez ha decidido darle trato de presidente y asumir preventivamente las tareas de oposición.

Imbuido de su nuevo papel, el primer ministro al mando no para de reprocharle a Feijóo su carencia de dotes presidenciales y lo mal que lo está haciendo aún antes de llegar al cargo. Solo le falta pedir su dimisión y la del gobierno que aún no preside, si bien queda un año para las elecciones y hay tiempo suficiente para demandársela.

No conviene adelantarse tanto a los acontecimientos, ni dar por hecho que las encuestas van a acertar, por más que todas coincidan. La demoscopia no es ciencia exacta, aunque Sánchez parezca creerlo.

También pudiera tratarse de un rasgo de astucia digno de Maquiavelo esta inversión de papeles tan resueltamente asumida por el jefe del Gobierno que se opone a la oposición. La estrategia bien podría confundir a Feijóo, que a estas alturas quizá ya no sepa si es el aspirante a gobernar o si ya ha conseguido su propósito por algún milagroso sortilegio.

El inesperado giro de guion demuestra, en todo caso, que el actual presidente a su pesar tiene una inventiva y capacidad de maniobra que incluso sus adversarios más ensañados debieran reconocerle.

Quienes reputan a Sánchez de Zapatero 2 —o bis— habrán caído ya en la cuenta de que la comparación no tiene el menor sentido. Los dos son apuestos, ciertamente; y bien podría decirse que ambos gozan del don de la oratoria; pero ahí se acaban las semejanzas. Talentos aparte, el actual presidente no tiene ni de lejos el talante risueño, feliz y algo naif de su compañero de partido y predecesor lejano en el cargo.

Si José Luis (R.) Zapatero era un optimista sin límites que negó la existencia de la crisis de 2008 muchas más veces de las que Pedro (el apóstol) dijo no conocer a Cristo, Sánchez es casi su reverso.

Lejos de negar que vienen malos tiempos, el presidente no duda en advertir de que el próximo invierno estará lleno de complicaciones. Donde Zapatero animaba a los ciudadanos a consumir, por ejemplo, Sánchez se queja del despilfarro de energía al que se han entregado los españoles en estos tiempos de carencia.

Cierto es que el presidente y a la vez líder de la oposición tiende a descargar las culpas sobre los ciudadanos, las empresas y mayormente sobre el ruso Vladimir Putin, al que responsabiliza —no sin razón— de las desdichas que afligen a esta parte de Europa.

Curiosamente, podría haberse inspirado en Putin, quien dijo hace años que un buen político ha de procurarse siempre un chivo expiatorio al que achacar la culpa de los errores propios. Si el ruso acusa a Ucrania de ser invadida por Rusia, Sánchez carga el fardo sobre la gran patronal y, dado el caso, sobre el jefe de la oposición, que no sabe gobernar ni cosa que se le parezca.

Todo esto puede sonar raro por ahí afuera, pero ya se sabe que España es diferente. Tanto como para que un presidente intercambie su rol con el del jefe de la oposición, exhibiendo sentido práctico y no poco dominio de la maniobra.

Más que con el ingenuo Zapatero se podría comparar a Sánchez con otro político que anda por ahí. Y que, cosas de la política, quizá le tome de verdad el relevo.

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