La Opinión de A Coruña

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Diana Pardo Varela

inspirándome contigo

Diana Pardo Varela

Activa tu esperanza con intención y paciencia

Se suele decir que la esperanza es lo último que se pierde y esta frase tiene una connotación muy positiva para el ser humano, sin embargo, si reflexionamos sobre el término “esperanza”, veremos que lleva implícito la palabra “espera”, y como dice el refrán: “El que espera, desespera”.

Cuando esperas obtener un resultado determinado de algo o de alguien estás creando expectativas, estás imaginándote en tu mente el resultado que según tu criterio vas a lograr con todo lujo de detalles. Las expectativas pueden llegar a ser muy peligrosas, ya que si finalmente no se manifiestan tal y como las habías imaginado, la decepción emocional puede ser muy grande llevándote a un estado de frustración e incluso de ira.

¿Significa esto que debemos vivir sin esperanza ni expectativas?

Significa que podemos elegir otro camino parecido pero muy distinto en cuanto al impacto emocional. Estoy hablando de la intención. Vivir con intención marca la diferencia, porque cuando pones tu intención en hacer algo o con alguien, vives esa experiencia disfrutándola al máximo. Tu foco no está en el resultado que vas a conseguir, ni siquiera piensas en él porque toda tu atención y emoción están puestas en disfrutar del camino.

Fíjate en estas dos frases:

– “Me gustaría conseguir X” . Estás utilizando el verbo en condicional y esto ya es un límite que te estás imponiendo. Sería de tu agrado conseguir X pero no va más allá. Es posible que ocurra o no.

– “Tengo la intención de conseguir X”. El verbo está en tiempo presente. A través de esta frase no estás diciendo solo que deseas conseguir X sino que no vas a parar hasta conseguirlo independientemente del tiempo que te lleve. La intención implica decisión y acción. La esperanza de forma individual implica espera.

¿Qué ocurre si unimos ambos conceptos?

Vivir un proceso con intención e ilusión dejando que fluya el resultado, es la clave de la esperanza.

Permíteme presentarte al tercer concepto de la ecuación, la paciencia, que como su nombre indica procede de la palabra paz.

La paciencia es la ciencia de la paz. Cuanta paz se consigue cuando uno es capaz de darle a cada situación el tiempo que necesita de forma natural. La paciencia es poder. Utilízala para fortalecer tu alma, para suavizar tu carácter, para calmar tu furia, para desechar tu envidia, para desterrar tu orgullo, para contener tu lengua, y en definitiva, para disfrutar de la vida que mereces.

¿Te imaginas exigirle a un manzano que dé sus frutos en invierno simplemente porque así lo deseas? Debemos hacernos conscientes de que nuestras expectativas van por un lado pero la naturaleza sigue yendo por el de siempre.

Cultivar la paciencia no significa adoptar un actitud pasiva ante la vida, todo lo contrario, consiste en aprender a fluir con los acontecimientos que ocurren responsabilizándonos ante lo que podemos hacer en esa situación. Los problemas no se resuelven con solo desearlo.

Como dijo el poeta Rumi: “La paciencia no es sentarse y esperar, es prever, es mirar la espina y tener la capacidad para ver la rosa, es observar y transitar la noche viendo el día, es mirar la semilla y ver la hermosa planta”.

Al igual que la luna creciente necesita su tiempo para convertirse en luna llena, lo mismo ocurre con los procesos personales y profesionales en los que te sumerjas. Disfruta del camino, vive la experiencia y recuerda que poner intención es una forma de estar en esta vida y la paciencia un músculo que también se entrena.

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