La Opinión de A Coruña

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Javier Cuervo

un millón

Javier Cuervo

Crónica del rey salvado

Tal como ha sido enterrada Isabel II solo cabe desearle larga vida a Juan Carlos I, por España, Majestad, más que por usted, porque deja detrás de sí una meseta entera de tierra quemada, como viene siendo nuestra historia desde el siglo XIX. Las últimas noticias nos llegan por Salvar al Rey, una serie documental que profundiza en el triángulo de actividad con el que ha alcanzado el emeritazgo: las maniobras extrañas, los negocios extra, las relaciones extramatrimoniales. Golpe, comisiones y queridas.

La fuente de revelaciones frescas es la fallecida fotógrafa Queca Campillo, que las ha dejado como herencia después de una larga carrera de auxilios mutuos entre ella y el rey. Queca está en el principio y el fin: ella indignó a la reina Sofía cuando se la encontró encamada con su marido; Corinna la indignó a ella cuando vio los negocios que estaba haciendo con el rey Juan Carlos.

En la versión de esta serie, el Cesid puso sus espías al servicio de su majestad, para salvarle incluso de sí mismo, algo que no logró. La miseria de los actuales lodos viene de carísimos polvos antiguos porque el rey hizo un uso privado de su pene cuyos costes fueron sufragados con dinero público, eso que se llama su dinero y el mío, en agentes de inteligencia, empresas estatales o privatizadas que nunca regalan nada a sus abonados. Para que vídeos íntimos con Bárbara Rey no salieran a la luz se pagaron a la vedete de la garganta profunda 600 millones de pesetas, algo más de 3 millones de euros. Si se pagan 3 por un chantaje de Bárbara, cómo no se van a dar 65 por gratitud a Corinna. Eso diferencia una mala acción de una buena.

Donde no llegaban los espías alcanzaban grandes medios de comunicación que, por una vieja tradición vigente, anteponen las posibles consecuencias de una información a su publicación, olvidando que la no publicación trae consecuencias como el incumplimiento del trabajo y la perpetuación de la impunidad y su séquito personal y moral. Algunos paladines del rey salen muy enfadados con él y nada con ellos. ¡A quién no le pasa!

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