La Opinión de A Coruña

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Juan José Millás

El trasluz

Juan José Millás

Así estamos

Me pregunto si el número de abstencionistas en las elecciones italianas coincide, más o menos, con el número de personas pobres o en riesgo de pobreza y me respondo que sí. Ocurre aquí lo mismo, quizá también en otros países de la UE. La gente que no vota es gente desenganchada del sistema. No les conciernen las decisiones políticas porque sienten que, gobierne quien gobierne, su situación no va a cambiar de forma sustancial. El problema es que los desenganchados del sistema, en vez de disminuir, que sería lo correcto en sociedades partidarias del progreso, aumentan. Y aumentan a ritmos alarmantes. Asómense ustedes a las colas del hambre, calculen la subida del precio de los alimentos, cuenten el número de hombres, mujeres y niños que duermen bajo las estrellas (o bajo la lluvia) en el centro de su ciudad, estremézcanse frente a la imposibilidad de los jóvenes y los menos jóvenes de disfrutar del derecho constitucional a la vivienda. Vean también cómo se aplaza sine die el proyecto de formar una familia, pregunten a las empresas que se dedican a la congelación de óvulos si ha aumentado la demanda en los últimos tiempos (les responderán que sí, y de forma exponencial).

Toda esa gente se va cayendo del tren del sistema. Tú estás en la plataforma y los ves precipitarse al vacío mientras afirmas los pies sobre el suelo para no seguir el mismo recorrido. Si te asomaras a la ventanilla, verías que hay familias enteras tratando de sobrevivir en los márgenes de la realidad neocapitalista, en las orillas del mundo ultraliberal, en los bordes de una economía de mercado que no tiene piedad con nada ni con nadie. ¿Hay proyecciones sobre el número de contribuyentes que morirán de frío este invierno? Creo que no. Hay proyecciones de todo, menos de las víctimas del frío, del hambre, de los catarros mal curados o de la combustión defectuosa de las brasas de carbón bajo la mesa camilla.

¿Por qué nadie lleva a cabo esos estudios? Porque todos esos difuntos, todos esos enfermos, todos esos cadáveres son efectos colaterales de la acción del dios Mercado. Y al Mercado no se le toca. Intervenir, por ejemplo, el precio de la luz sería lógico, pero imposible. ¿Quién se atreve? De momento, la sola idea de hacerlo provoca un escándalo mundial que no produce, ni de lejos, el número de seres humanos en riesgo de pobreza. Así estamos.

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