Alguna vez opiné sobre el hecho de que Galicia ocupa la esquina noroeste de la península, con las formidables connotaciones marítimas y climatológicas —ahora un tanto desfasadas— que ello entraña. Revolviendo con las palabras, también podría entenderse, y es lo que ahora reflejo, que estamos esquinados, indispuestos, malquistados, porque no nos llegan las ventajas de que gozan otros lugares peninsulares. Del Corredor Atlántico, mejor olvidarse, porque el Mediterráneo y el Central se llevan las mejores tajadas; del AVE se sabe que ha llegado al borde gallego, pero no a los grandes núcleos ciudadanos. Y así vamos tirando, cuando nos llegan noticias de nuestros vecinos portugueses que priorizan el AVE Lisboa-Galicia, con fechas y dinero contante invitando a que España aporte lo suyo; que ello redundará en aupar aún más al aeropuerto Sa Carneiro (Oporto), con todos sus enlaces intercontinentales, al alcance de los gallegos y demás españoles; también sabemos que los puertos de Sines, Aveiro y Leixoes atraen la mayor parte del tráfico atlántico, sobre todo el de contenedores tan fundamental en el transporte marítimo. Para consolarnos podríamos decir, en línea con el memorable “¡Siempre nos quedará París!” de la película Casablanca, que “Siempre tendremos al lado a Portugal” para lamernos de los desatinos que llegan a Galicia por parte del gobierno central de este país.