La Opinión de A Coruña

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tribuna

Junts rompe el independentismo

Artur Mas, luego Puigdemont, vivieron tantos días históricos que el concepto está muy devaluado, pero el 7 de octubre de 2022 el veredicto del 55,7% de los militantes de JxCat —salir del Govern con ERC— puede ser una fecha “histórica”. La unidad estratégica del independentismo, que ha sido el vector dominante de la política catalana desde las elecciones de 2012 —cuando Mas perdió 12 escaños y CDC y ERC emprendieron el “viaje a Itaca”— se ha roto con gran estrépito.

Y si la vajilla no se recompone —cosa difícil— el fin de la unidad independentista puede llevar a la pérdida de su monopolio sobre la Generalitat. El independentismo seguirá contando, pero no dominando.

Vamos por partes. ¿Qué pasará ahora? Aragonès no convocará elecciones porque es imposible una mayoría para una moción de censura (exigiría el voto de Junts, PSC… y alguien más). ERC seguirá gobernando y el PSC antes de las próximas generales —por responsabilidad como ha dicho Illa y por conveniencia de Sánchez— no le hará la vida imposible y votará los presupuestos de 2023. Y Aragonès incluso puede tentar a algunos de los consellers que no querían romper (Josep Maria Argimon, Jaume Giró, Victòria Alsina, Lourdes Ciuró) con seguir en el Govern. Sería un gesto al sector moderado del electorado de Junts. ¿Lo hará? ¿Quién lo aceptará?

No veo tampoco problemas para ERC en las municipales de primavera ni en las legislativas. Si lo necesitara podría endurecer su actitud en Madrid. Su problema vendrá tras las próximas elecciones catalanas. ¿Con quién tendrá que pactar? ¿Con Junts, que la continuarán insultando? ¿Con el PSC? En este caso —quizá con desgarros internos— ERC se convertiría en una especie de PNV catalán con bastantes más diputados en Madrid. Pero este es un horizonte lejano.

Hoy el gran protagonista de la ruptura de la vajilla independentista es JxCat que, además, también está partido en dos. A corto plazo, la escisión de los que querrían ir a una CDC actualizada es difícil porque los alcaldes no pueden improvisar una marca antes de mayo. Pero en las legislativas es probable que Junts, controlado por Puigdemont, Laura Borràs y el silente Jordi Turull, no pueda retener a los realistas.

Puigdemont y Borràs (por causas distintas) ya no vieron bien que Jordi Sànchez, un político resiliente al que Puigdemont no pudo o no quiso impedir el acceso a la secretaría de Junts, pactara la coalición con ERC el año pasado. Pero, o eso… o nuevas elecciones. Pero han pasado meses. ERC sigue su ruta, a Borràs se le atraganta el gradualismo de ERC (sin tener alternativa), y Puigdemont ha visto que si Aragonès es el presidente legítimo, porque Junts está en el Govern, su papel de presidente legítimo auténtico (cesado por el 155) se iba diluyendo como un azucarillo. En cambio —cree—, si Junts rompe y proclama que ERC se ha vendido al PSOE por un mal plato de lentejas las cosas se moverían y se frenaría a ERC. Ni a Junqueras ni a Marta Rovira les interesa ser acusados de botiflers (antiborbónicos) ante las bases independentistas. Como dos Icetas cualesquiera. Por eso Puigdemont y dos hombres suyos (Albert Batet y Puigneró) montaron contra Aragonès la trampa de la moción de confianza. Pero ERC —ahí no hay divisiones visibles— se revolvió y frenó la maniobra de Puigdemont que antes ya había contado con el ruido de la ANC en la manifestación del 11-S.

La política de Puigdemont no tiene futuro porque es no querer admitir que la independencia prometida en 2015 (para dentro de 18 meses) acabó en el 155 y la prisión y condena (luego el indulto), o el exilio, de los dirigentes de 2017. Este viernes Puigdemont se impuso y humilló a los consellers y alcaldes, pero a medio plazo los realistas volverán a pesar. O escindirse. Tiempo al tiempo.

¿Cómo se leerá en Madrid este 7 de octubre? Pedro Sánchez no está en su mejor momento, pero Feijóo debería repensar mucho. La campaña del PP contra el Estatut de 2006 hizo emerger al independentismo. Luego lo unió para preparar la DUI de 2017. Ahora, el diálogo (casi estéril entre quienes quieren lo contrario), los indultos y algunos gestos (con costes), han ayudado a que las querellas internas del separatismo estallen con fuerza y dinamiten el pacto que les mantiene en la Generalitat desde hace 10 años.

Continuará.

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