La Opinión de A Coruña

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Ferrán Monegal.

Si quieres saber quién es tu padre, vete a Telecinco

Cree haber encontrado un filón Telecinco. En vista de la cantidad de famosos que hay en el mundo que tienen hijos no reconocidos, han estrenado un programa para hurgar, menear y cotillear estos asuntos. Es básico que el padre, o supuesto padre, sea famoso. Si no es famoso no hay morbo ni gancho televisivo.

Por eso para la primera entrega de ¿Quién es mi padre? —que así se llama el programa— Telecinco desempolvó el viejo litigio de Javier Santos reclamando a Julio Iglesias que reconozca su paternidad, fruto de un affaire con su madre, la bailarina portuguesa María Edite Santos. La tele lleva más de 30 años exprimiendo este caso. Ya en tiempos de Julián Lago y su Máquina de la verdad (marzo de 1993, Telecinco), hacían polígrafos a clientes de la discoteca Las Vegas, de Sant Feliu de Guíxols, para saber si también se habían acostado con la bailarina y así diluir la supuesta paternidad de Julio Iglesias. ¡Ahh! Aquellos polígrafos eran muy cafres, sí.

Ahora, 30 años después, la misma cadena de televisión parece que se posiciona al lado del supuesto hijo y de su madre. Las cuatro horas largas de programa se llenaron trabajando a fondo el sufrimiento de la madre y sobre todo el desconcierto existencial del hijo, que está seguro de que su padre es Julio Iglesias.

Para el sistema telecinque ha sido ideal detallar los trabajos detectivescos de obtención de pruebas de ADN, que llevadas al laboratorio certificaron que Julio José Iglesias Preysler y Javier Santos son hermanos biológicos en un 96,76% de certeza.

¡Ah! Esto de las pruebas de ADN, manejadas en la tele, son peligrosísimas. Años atrás (2004-2005, Antena 3), Alicia Senovilla hacía un programa titulado La hora de la verdad que era como este, pero al revés: iban los padres para saber si sus hijos eran suyos.

Era muy bestia la cosa. Recuerdo a un humilde marinero de Canarias, padre de familia numerosa, al que hicieron pasar por un laboratorio de ADN y salió que su hijo mayor era en realidad hijo del capitán del buque. ¡Ah! Quedó hecho polvo el marinero. Y regresó a la semana siguiente con el resto de su prole, para que le dijeran si alguno de ellos era suyo. Fue una sesión televisiva terrorífica. A la esposa, y madre, la tenían encerrada en un camerino, y la iban enfocando mientras le pasaban imágenes de su marido, el cornudo, abatido y desesperado ante tan cruel infortunio. La tele es así.

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