La Opinión de A Coruña

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Olga Merino

La espiral de la libreta

Olga Merino

Las 24 primeras horas de la Segunda República

La tarde noche del martes, mientras Barcelona parece Nueva York por la contraprogramación de actos culturales —¡bárbaro octubre!—, ravaleamos con el escritor y periodista valenciano Paco Cerdà y con su compañera, la también escritora Purificació Mascarell, profesora de Teoría de la Literatura en la Universitat de València. Compartimos un brebaje descafeinado en una terraza antes de la presentación del nuevo libro del primero, 14 de abril, en La Central, apadrinado por el ensayista Jordi Amat y galardonado con el Premio de No Ficción Libros del Asteroide.

Trabajo de investigación

La obra destaca sobre todo por el trabajo de investigación, el minucioso rastrillado de hemerotecas, y la perspectiva de abordar la proclamación de la Segunda República no desde los grandes vectores, las causas que confluyen y las consecuencias, sino desde la piel y la temperatura, el minutaje exacto del 14 de abril de 1931, la sustancia coloidal y confusa en la que flotan centenares de vidas en un instante decisivo, el pulso de quienes anhelan el cambio de régimen y quienes lo temen como una tormenta de azufre. El planteamiento caleidoscópico recuerda al de otro libro originalísimo de Éric Vuillard y a otro histórico día 14, no de abril, sino de julio, de 1789 en concreto, cuando la población de París toma al asalto la prisión de la Bastilla.

Desfilan por las páginas de Cerdà los grandes nombres, como el del rey Alfonso XIII y su comitiva, que cruzan La Mancha con rumbo al puerto de Cartagena para salir pitando; la cojera resabiada del conde de Romanones; las manos pequeñas, blancas, casi femeninas de Francisco Franco, que se niega a izar la bandera tricolor en la Academia General Militar de Zaragoza a menos que reciba una orden explícita y por escrito; o la actriz Margarita Xirgu, quien, con llagas en carne viva en el brazo izquierdo por un percance doméstico con agua hirviendo, representa su obra en el Teatro Muñoz Seca de Madrid con la platea casi vacía, porque el 14 de abril “el teatro está fuera y es gratis”. Pero, al mismo tiempo, el libro rescata la épica de los olvidados, como Emilio, un pobre encuadernador en paro que, a la salida del cine, se ve envuelto en una turbamulta en el paseo de Recoletos contra la que cargan los máuseres. O el telegrafista Pàmies, que también muere en parecidas circunstancias frente a la delegación de la policía de Atarazanas.

Extrema volatilidad

Decantan la balanza de una jornada incierta la inhibición del general Sanjurjo, caballo exhausto y cansado, y el paso firme con que Miguel Maura entra en la sede de su ministerio, “señores, paso al Gobierno de la República”. El lector se queda con la sensación de una extrema volatilidad, de que podría haber sucedido cualquier cosa y la contraria. Como dice Vuillard, relatar la historia es una manera de mirar el presente.

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