Qué mala noticia para algunos que anhelan lo contrario en favor de sus intereses políticos y sociales y del desgaste del rival. España será uno de los pocos países que no entrarán en recesión en 2023 y seguirá creciendo por encima de la zona euro durante el año que viene. Lo dice el guardián o vigilante Fondo Monetario Internacional, esa institución llena de “izquierdosos” que promueve un empleo elevado, un crecimiento económico sostenible y la reducción de la pobreza en el mundo (con escaso éxito más bien). La cuestión es que la economía española está a la cabeza en la eurozona. Pero eso no les es suficiente a quienes levantan falsos testimonios en busca del éxito electoral.

Aun así, nos veremos lastrados por el debilitamiento de la demanda en un país con sectores como la hostelería y el turismo, y no se recuperará el nivel de actividad prepandemia hasta comienzos de 2024. Las garras del inflacionismo y de la recesión, no obstante, están latentes y dañan a la economía global con los dos grandes bloques comerciales que componen Estados Unidos y China y su sucesión de aliados. La mayor tormenta se vislumbra en el horizonte del invierno para empresas y familias en general. Borrasca directamente o por truenos económicos colaterales. A todo ello se deben sumar las subidas de tipos de interés de los bancos centrales para contener una inflación que sigue su curso. El encarecimiento de los precios y de las hipotecas.

Entre las tensiones geopolíticas, Putin y las presiones inflacionistas, el paisaje no decae y las alarmas y la incertidumbre continuarán coleando. Cuando no es por una razón es por otra. El caso es que la estabilidad no suele brillar nunca y que el progreso social, en el marco de los mandamientos de un orden injusto establecido, sufre frecuentes zancadillas. El fundamentalismo de los poderes financieros y de las especies políticas afines no renuncia a marcar la pauta en el tablero de juego.

Pese a esa circunstancia y en el ámbito actual, los mercados de capitales navegan no viento en popa, y los inversores no se lanzan al agua. El FMI empuja a los gobiernos a rescatar hogares y empresas en un recetario inclusivo, con utilización racional de los gastos, que corrija desigualdades y proteja a las clases más desfavorecidas. Aunque España esquive la recesión, haya perspectivas de un paulatino recorte del paro y la economía española se mantenga como la más dinámica de entre las economías industrializadas, según el FMI, el escenario es inquietante dentro de la Unión Europea. Tras el impulso de este año en nuestro país llegará después una inevitable ralentización.

Hay hechos que cantan por sí solos. Las manifestaciones de pensionistas en España y las movilizaciones de los sindicatos ante el bloqueo de los convenios colectivos por parte de las organizaciones empresariales, que pretenden salvaguardar los márgenes de las empresas y que sean los trabajadores quienes paguen la factura de los efectos de la guerra en Ucrania. O decenas de miles de franceses manifestándose para exigir ayudas frente a la inflación, y las huelgas sindicales que también reclaman subidas de salarios al Gobierno de Macrón, que no tiene mayoría absoluta en el Parlamento.

La recaudación tributaria y los desembolsos de ayudas prosperan y no por la aportación del PP, cuyo recetario neoliberal no procede en tiempos de crisis como la de ahora. Conclusión del Fondo Monetario Internacional que alabamos. Los nuevos impuestos temporales para la banca y las grandes compañías energéticas, que facturen al año más de mil millones, contribuirán a eso, y no es que sea un caso insólito en Europa. Dicha institución, sin mencionarlo expresamente, da su apoyo a la reforma laboral del Gobierno de coalición y al mecanismo de los ERTE durante lo peor de la pandemia, que han salvado miles de empresas y empleos. El FMI apuesta por las medidas de ahorro energético para contener el aumento de valor de las materias primas. ¿Recuerdan lo que dijo Díaz Ayuso? “Madrid no se apaga”, sí. ¿Simple imposición de Pedro Sánchez?