La Opinión de A Coruña

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Isabel Olmos

Bebés robados

Una mujer vestida de blanco entra en la habitación. Es de noche y las jóvenes madres duermen, o intentan dormir, tras el parto y las visitas familiares. Por fin, un poco de silencio, solo rasgado por los llantos infantiles de los bebés recién nacidos, todavía asustados por haber cambiado el útero caliente y seguro de mamá por un mundo exterior ruidoso y agresivo.

No puede recordar las facciones de la mujer que irrumpió sigilosa en su habitación, únicamente que llevaba una bata blanca y entro como dubitativa, como si no quisiera que su presencia, pese a todo, fuera descubierta. “¡Qué contradicción!”, pensó la joven madre. “Si está en su lugar de trabajo y su deber es cuidar de nosotras”. Con los ojos semiabiertos pero agotados por el extremo cansancio ve cómo la mujer se inclina y coge a su bebé. Y cómo, rápidamente, sale de la habitación. Ya nunca lo volvería a ver.

Este terror, que te roben a tu bebé, lo experimentamos muchos y muchas esta misma semana al hacerse público el secuestro de un recién nacido por una mujer en un hospital de Bilbao que lo tuvo durante horas en su posesión ante la desesperación de sus padres, sin saber qué iba de ser de él, si aparecería o no, si saldría del país y jamás volverían a verlo. Solo imaginar el desgarro, la desesperación y la incertidumbre de ambos en ese momento rompe a una por dentro. “Me lo llevo para hacerle la prueba del oído y así poder darle el alta mañana”, les dijo la secuestradora. Horas después, lo encontraron en un felpudo de un octavo piso de una finca de la localidad. Lo vemos en una serie y nos cuesta creerlo. Eso, solo pasa en las películas.

Pues no. Eso no solo no sucede en la ficción —como hemos podido observar recientemente— sino que, además, en España el robo de bebés ha sido práctica habitual y con plena impunidad durante décadas, desde final de la Guerra Civil hasta entrada la década de los 90 del pasado siglo. En 2021 todavía se abrieron 47 diligencias de investigación después de la petición realizada a las distintas fiscalías territoriales por parte del jefe de la Secretaría Técnica, Álvaro García, para conocer las investigaciones por sustracción de recién nacidos en España.

De hecho, según Amnistía Internacional, la sustracción ilegal de menores, “cuyo contexto de ideología de género franquista y control sobre la mujer merece atención especial”, tuvo múltiples escenarios: centros penitenciarios, hospitales, maternidades y centros de beneficencia “gestionados por congregaciones religiosas sin adecuada supervisión del Estado”. Una auténtica Causa General contra la Mujer ideada por el franquismo de la que heredamos miles de dramas familiares, de identidades perdidas y de vínculos rotos en un escándalo sin parangón en un país considerado moderno de la Europa de siglo XXI.

Así, durante muchos años hubo cientos de habitaciones de hospital, oscuras, a las que entraban mujeres vestidas de blanco para separar para siempre a las madres de sus hijos. “Me dijeron que había nacido muerto” era una frase que se repitió durante décadas, al igual que “no me dejaron verlo”. Un hecho así no debería suceder jamás. Jamás. El consuelo que nos queda hoy es que al menos una familia, una familia que a punto estuvo de estar en el otro lado, sí que podrá acariciar hoy por fin a su bebé, tranquila y junta, en su casa de Bilbao.

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