La Opinión de A Coruña

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Carlos Miranda

La pelota no se mancha

Carlos Miranda

Responsable de área de Deportes

Lo que Quiles disponga

Quiles celebra con Gorka, Jaime y Pablo Martínez su gol al Sanse CARLOS PARDELLAS

Primero una pierna, luego la otra. Todo en la frontal del área, sin que la pelota variase apenas su trayectoria. Pocos bailan así en Primera RFEF, pocos tienen calidad y pulmón tras cincuenta metros. Toque y gol. Quiles acababa de romper en Riazor el partido y, de paso, la garganta de más de un deportivista. Son las desgracias acuestas, sobre todo la impotencia. Todo reventó ahí en ese instante, en ese alarido. El pulso entre Dépor y Sanse llevaba una hora en todo lo alto, el duelo finalizaba justo en ese momento. Fue cuando quiso Quiles, cuando su magia deshizo el entuerto. Más que nunca este Dépor menor, frágil y titubeante depende de su jugador franquicia. Una jugada que lo explica todo. Hace unos meses parecía mejor rodeado, había debate en quién llevaba el estandarte, hoy es él, el único capaz de hacer algo así. Y ahora que el ‘9’ ha cogido la onda a ver si el Dépor se sube a su tabla y empieza a ser un equipo de verdad, en toda la extensión de la palabra. Sobra tiempo, no tanto las sensaciones sobre el césped.

El onubense lanza un salvavidas al Dépor. Su momento alivia la tensión ofensiva ante las dudas en los últimos metros

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“Lo más importante es que ha vuelto Quiles, que se le caen los goles”. En el medio de un discurso más apegado a la realidad que hace una semana y que se empeñaba en resaltar los brotes verdes, Óscar Cano pronunció una frase que radiografía en qué punto está su equipo. En ataque da lo que pueda y lo que quiera Quiles. Y no solo por el gol. Cuando surge la chispa, cuando alguien intenta algo de diferente, nuevo y atrevido en esos metros, casi siempre es él, lleva su firma, nace de sus botas. El onubense está ahora mismo con la flecha para arriba y el Dépor debe aprovecharlo al máximo y crear un entramado, un sello como equipo para que le sostenga cuando él no esté o baje un poco. Porque la experiencia también dice que Quiles, a pesar de su calidad y de esa sensación de que a veces la categoría se le queda pequeña, no termina de librarse de cierta irregularidad. Él mismo la reconoce y lucha contra ella desde que pisó por primera vez Riazor. Por momentos, es capaz de mantenerla a raya, de ser él mismo. Hasta lo verbaliza aliviado cuando consigue zafarse de su sombra. “Vuelvo a pensar rápido, a ser el Quiles que quiero ser. Me conozco mejor que nadie y sé que si estoy bien, van a llegar los goles”, decía el sábado en la zona mixta del estadio. Si él se halla, el Dépor se encontrará con más facilidad, aunque no sea de la manera que más desea, de la forma más académica. Eso sí, mientras al menos él le lance un salvavidas...

Lo cómodo que se encuentre y lo que domine la escena Rubén Díez marcará a lo que puede llegar este equipo

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La jugada del gol de Quiles y algunas acciones previas revelan una confianza de la que adolecen muchos otros jugadores. Todo pesa. El ejemplo palpable, al compartir responsabilidad en el campo, es el de Gorka, que se enredó en un control al final del partido cuando tenía un gol casi hecho. En su mente procesó lo que tenía que hacer con ese balón y todo lo que han sido estos meses para él. Demasiado. No es el único. Los laterales, Antoñito y Raúl, son quizás los casos más evidentes. Fallón uno, tímido el otro. Como decía Óscar Cano, si llegaron a Primera ambos y su problema no parece ser eminentemente físico, esa calidad la llevan dentro. ¿Serán capaces de quitarse esa losa de encima?

Unos metros más adelante, el técnico también sigue buscando. Tiene claro que Rubén Díez, un futbolista de su confianza y al que disparó en Castellón, es la piedra angular de la zona de creación. Tiene hechuras que confirman esas intenciones, necesita continuidad, presencia. Es otro de esos jugadores termómetro de este nuevo proyecto al que ha tenido que subirse en marcha Cano. Cuanto más domine de la situación, cuanto más cómodo se sienta y más toque pelota, más se afianzará en esa faceta de facilitador, de eje. Aún no hizo clic. A su alrededor duda entre Olabe e Isi Gómez y, sobre todo, se ha encomendado a Diego Villares, ha apostado fuerte por un relevo o, al menos, por fabricar una alternativa a Álex, una tarea que lleva años y años demorándose en el club coruñés. Más de una vez se ha pospuesto por méritos del propio jugador, pero es inaplazable que todo el peso de una posición clave no recaiga solo sobre él, que no dependa el equipo de sus estados de forma.

Cano trabaja en un sustituto o en una alternativa a Álex, lo que muchos no se atrevieron. Villares calla, se adapta

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Villares, siempre diligente, empieza a adaptarse a una posición que no es propiamente la suya. Cada vez juega más atrás, una tendencia natural en muchos jugadores. Él, un futbolista hiperactivo en el campo, debe ser más cauteloso que nunca. Habrá momentos para guardar la posición, otros para salir a la presión, siempre midiendo los espacios, la situación. Es esa tarea vigilante, la del que está siempre de guardia y nunca descansa. No es sencillo cambiar la cabeza de una manera tan drástica. Va progresando, aunque en alguna ocasión le costó en la salida de balón ante el Sanse. Esa perdida en la primera parte en el pase a Quiles que desembocó en el disparo arriba de Nieto fue el lunar más gráfico.

Villares callará y trabajará y se adaptará. Es lo que ha hecho siempre. Ojalá que al nivel que requiere el Dépor en una posición de las que marcan el funcionamiento de los equipos, sobre todo en esos grupos a los que le cuesta defender transiciones, correr hacia atrás, como es el caso del coruñés. Todo está en el equilibrio y él debe metérselo en su cabeza, casi inyectárselo en su ADN. El tiempo dirá cómo sale la apuesta, aunque a Cano lo que no se le podrá criticar es que ha afrontado desde su llegada lo que otros no te atrevieron. Quizás algunos no tuvieron las piezas adecuadas, pero Villares ya estaba ahí. Entre unos y otros...

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