Hace días, en la ceremonia de los premios Princesa de Asturias, Adam Michnik habló alto y claro sobre la cuestión central de este tiempo, la guerra de Ucrania, llamando a las cosas por su nombre: “Una guerra malvada desencadenada por hombres malvados frente a todo el mundo democrático”. A gran parte de quienes lo escuchaban, dentro y fuera del teatro, le reconfortaría la claridad del mensaje, pero otra parte tal vez viera exagerado el dramatismo, pensando que siendo una guerra limitada y lejana es mejor evitar la alarma. Para algunos es preferible no oír o no enterarse, pues todo lo que nos saca de la zona de confort, o de ese malestar llevadero de media intensidad, es poco agradable y ¿para qué, si solo nos llegan del teatro bélico efectos como la inflación o la crisis energética, viejos conocidos ya de todos? Las retaguardias son así, hasta que un día el frente está junto a casa.