La Opinión de A Coruña

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Joan Tapia

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“Lo siento. Vienen meses complejos”

Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo, dice que los tipos de interés seguirán subiendo, aunque no sabemos hasta cuándo

Hace un año, en las jornadas de S’Agaró, Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, me dijo que si la inflación subía hasta el 4%, “lo vamos a pasar mal”. ¿Quiénes? ¿El BCE, que debería subir los tipos? ¿Los europeos, por el riesgo de recesión? ¿Los españoles, porque España es más vulnerable por su alta deuda? Creo recordar un fugaz: “Todos”.

Ha pasado un año, la guerra de Ucrania lleva ya meses y la inflación ha alcanzado cotas del 10%, más de cinco veces el 2% que el BCE considera el objetivo irrenunciable para evitar el riesgo de ruina económica. Pero el desastre —algunos lo preveían en septiembre— no ha llegado. La Comisión Europea publicó esta semana sus previsiones y aunque contempla dos trimestres de crecimiento negativo (el cuarto de este año y el primero de 2023), cree que la zona euro crecerá el año próximo un 0,3%. Y España un 1%. Casi nada, pero más que la media. La recesión europea solo será «técnica».

Pero Guindos, quizá el español que por su atalaya tiene una perspectiva más amplia, estuvo el viernes muy cauto. Y cuando Anna Balletbò, el alma de las jornadas, le espetó con su conocido desparpajo que el BCE no podía subir más los tipos de interés (dos puntos en los últimos meses), Guindos la reconvino: “Lo siento Anna, vienen meses complejos”. Traducción: los tipos de interés van a seguir subiendo, pero no sabemos cuánto ni hasta cuándo, todo dependerá de los datos de inflación. Y si baja un mes, como en octubre en América, puede animar a los mercados, pero no impresionar a los banqueros centrales.

“Lo siento. Vienen meses complejos”

Para Guindos, las previsiones de la Comisión son significativas por la tendencia que marcan. Empeoran cada vez. Vamos a menor crecimiento, más inflación, subidas de tipos y una creciente incertidumbre. A mediados de 2023, la inflación seguirá alta (la Comisión prevé una media anual del 6%), habrá recesión (¿momentánea?), y el BCE no podrá bajar los tipos sin perder credibilidad en su misión de anclar la inflación en el 2%.

La inflación no es solo de oferta (precios del gas y materias primas). Hay exceso de liquidez y la prueba es que los bancos no necesitan subir los tipos de su pasivo. Y es clave que la política fiscal —la acción de los gobiernos para proteger a la población (o bajar impuestos)— no contrarreste la política monetaria. Cuando eso pasa (Gran Bretaña) se origina un caos que ha hecho que Liz Truss haya sido el primer ministro británico más efímero. Y Guindos recalcó, con preocupación, que el 80% de las ayudas de los gobiernos no van destinadas a los más débiles sino al total de la población, lo que contradice la política del BCE y es dañino, porque obstaculiza las señales de los precios.

Pero tanto Guindos como Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, se separaron de los halcones. El BCE será prudente a la hora de reducir sus balances (por ejemplo, dejar de recomprar la deuda pública que venza). Y ven alentador que las economías —no solo la española— estén siendo muy resilientes en el empleo (es más alto que antes de la pandemia), lo que en parte compensa la pérdida de poder adquisitivo.

La gran pregunta es, si a mediados de 2023, con la economía cayendo, subirán las presiones de los gobiernos para que el BCE no prosiga su objetivo de bajar la inflación. Guindos no se adentró en ese supuesto (los gobiernos europeos —o algunos de ellos— contra el BCE), pero luego Juan Cerruti, economista jefe del Banco Santander, lo desdramatizó. El BCE tiene que bajar la inflación reduciendo el crecimiento y los gobiernos, proteger a sus ciudadanos. Vale. Enric Fernández, su homólogo en CaixaBank, insistió defendiendo que los gobiernos para asegurar la paz social subvencionen el consumo de electricidad, y Rafael Doménech (BBVA) fue más optimista a corto, pero alertó de los riesgos de futuro de la desglobalización.

En suma, 2023 no será un año fácil para nadie. Y Guindos rehuyó la polémica con Pedro Sánchez: respeto institucional al presidente, pero reafirmación en la solvencia de los informes del BCE. Solo al final, en respuesta a una pregunta, se permitió una licencia mínima: “Alemania puede gastar 200.000 millones en ayudas porque tiene una deuda del 65% del PIB, otros países tienen más deuda”. La española es del 113%. No lo dijo.

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