La Opinión de A Coruña

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Cristina Martín

Puteros, agresores sexuales

El día en que la sociedad considere a un putero como lo que es, un agresor sexual que goza de impunidad y tiene el beneplácito de los demás, muchas cosas cambiarán. La estigmatización y el rechazo social recaerán sobre estos hombres que se creen con el derecho a comprar a una mujer para hacer con su cuerpo lo que quieran, y no sobre ellas, a las que encima muchos y muchas culpabilizan con la manida (y estúpida) frase de “lo hacen porque quieren”. “Si eliminamos el dinero como blanqueador de la violencia sexual comercial —tan aceptada socialmente— nos queda una bonita violación”, escribe la activista Amelia Tiganus en su imprescindible La revuelta de las putas. De víctima a activista. Para acabar con la vulneración sistemática y criminal de los derechos humanos que es la prostitución es necesario por tanto castigar a los puteros, pues son los que hacen posible la explotación sexual de las mujeres. Tiganus explicó hace unos días que en Suecia las leyes abolicionistas de la prostitución han favorecido que la sociedad censure a estos hombres abusadores, al contrario que aquí, donde son invisibles. Debemos “desnormalizar” a los puteros, empezando por una ley que los castigue. Son agresores sexuales.

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