Entre el montón de recuerdos sobre el vertido del Prestige, cuyo vigésimo aniversario ha servido de pasto a la prensa, sobre todo, lógicamente, a la gallega pues fue en estas tierras donde más se sufrieron las consecuencias, no he sabido encontrar un nombre, y ello me remuerde. De los innumerables nombres de mariscadores, pescadores, voluntarios, capitanes de vasco, políticos, oceanógrafos, y miles más que allí arrimaron el hombro, con más o menos fortuna, porque la actuación de alguno no fue acertada del todo, para paliar las consecuencias del vertido del fuel, no he visto el nombre y apellido —quizás porque no he sabido moverme entre tanta información— de un hombre que tuvo una actuación vital para el desenlace de la tragedia. Me refiero a un viejo lobo de mar, capitán de barco o práctico creo, ya retirado, que se descolgó de un helicóptero para hacerse cargo del buque cuando las máquinas estaban ya paradas, o así, para ponerlo en marcha y alejar de la costa el barco medio escorado, siendo rescatado antes del hundimiento. Me suena el apellido de Díaz, y trataré de completar esta información que todos nos lo merecemos y como homenaje a esa persona cuya intervención, oculta y medio desaparecida, evitó mayores males.