¿Qué tal están, queridos y queridas? Vuelve a ser miércoles. Esto significa que, desde el pasado sábado, en que nos vimos, nuestro querido planeta ha dado ya algunas vueltas más sobre su eje. Ha llegado la noche y el día varias veces, y en ese periplo han continuado pasando cosas aquí, entre nosotros... Y, desgraciadamente, en ese devenir algunos de nosotros no han llegado aquí para contarlo. Vean el caso, entre otros muchos, del cantautor cubano Pablo Milanés, tan vinculado a nuestro país, que ayer mismo emprendía el vuelo y al que hoy se homenajeará en la Casa de América de Madrid. Ya ven... Precisamente tengo puesta su música mientras hilvano estas pocas líneas. Alguna de sus piezas más bonitas, como Años, en su inconfundible voz y en la siempre mágica de Mercedes Sosa... “El tiempo pasa... nos vamos poniendo viejos”... Pura poesía...

Sí, queridos y queridas. Todo pasa y todo queda... Pero hay que saber distinguir entre lo que es parte connatural e inevitable de la existencia, como la muerte de los individuos —pura entropía— y aquello que perfectamente podría ser de otra manera, aquello que no tiene necesariamente que pasar. Pero hay una enfermedad, el cortoplacismo, que corroe las entrañas de nuestro sistema de vida y que hace que con frecuencia se adopten las peores decisiones posibles, que nos llevan a escenarios dantescos, evitables pero no evitados... Cortoplacismo tantas veces ligado a la codicia, orquestado, consentido o manipulado desde el Derecho o la Economía. Cortoplacismo.

Tiene su lógica, aunque no vale de disculpa. Y es que los humanos somos seres cortoplacistas por excelencia. Fíjense, la esperanza de vida está cifrada en ochenta y pocos años, en los países más avanzados. Puede parecernos un mundo cuando somos muy pequeños pero... realmente, ¿es tanto? No, en absoluto. En realidad, ochenta y pico años no son nada cuando lo comparamos con los procesos de lo telúrico, con los tiempos de la Naturaleza. Son cifras nimias. Fíjense que nos referimos a hace dos mil años para hablar de los tiempos. Y tomen nota de que la máquina de vapor es de hace nada, o de que los profesionales de la Medicina no empezaron a lavarse las manos antes de examinar a alguien o a intervenirle hasta los tiempos de Ignaz Semmelweis, allá por el mil ochocientos y pico, que dio su vida queriendo demostrar la importancia del aseo en tal menester. Anteayer. Hace cuatro días, casi. Nuestra vida es corta, y de ahí el natural cortoplacismo individual. No somos casi nada...

Pero lo que no tiene un pase es que seamos cortoplacistas como conjunto, en las cosas en que se nos ha demostrado claramente la necesidad de una mirada a mucho más largo plazo. Entiendo que quiera mantener el estado de la cuestión aquel que está forrándose con ello pero... ¿y todos los demás? ¿Estamos dispuestos a seguir en tan grande cortedad de miras, a pesar de sus riesgos, cuando deberíamos plantearnos una lógica a mucho más largo plazo? Creo sinceramente que no. ¡Claro que no! Porque el amarrar ahora los dólares o los euros, ténganlo claro, no puede ir en detrimento de la sociedad del mañana. Y las cosas van en ese sentido.

Los acuerdos de la COP 27, reunión de alto nivel sobre el cambio climático finalizada en Egipto hace nada, son altamente decepcionantes. En la misma, azucarada y descafeinada, se ha evitado el nudo gordiano de la cuestión, congelándose todo lo referente a las emisiones de gases de efecto invernadero. Se ha tirado la toalla, en medio de un intenso compadreo de quienes hoy ganan más que nunca a costa del planeta y de la mayoría de las personas. Los lobbies energéticos lo han hecho bien, por mucho que se diga que se va a empezar a controlar el llamado greenwashing, neologismo próximo al cinismo verde en román paladino. Vamos, lo que cuentan esos que contaminan o han contaminado más que nadie, pero que parece que son los que menos lo hacen...

La COP 27 partía con mal pronóstico. Y es que Egipto no es el adalid de la sostenibilidad. Pero el esperpento continúa: la próxima reunión de alto nivel sobre cambio climático, la COP 28, se celebrará en... los Emiratos Árabes Unidos... Un territorio en el que eso de desterrar los combustibles fósiles no creo que sea precisamente lo más popular..., ¿no? Pero eso es lo que parece que nos trae el siglo XXI... Partidos de fútbol en estadios con aire acondicionado en exteriores en otro país de tal corte, Qatar, mientras la obtención de energía a nivel global es cada vez más problemática y mucho más costosa... Reuniones de alto nivel, normativa y más normativa, burocracia y aspavientos y... poco más. Cortoplacismo. Parálisis.

¿Es ese el mundo que queremos, plagado de contrasentidos? Yo no. Creo que, si hay que meterse en harina y diseñar una sociedad diferente, que sea capaz de afrontar realmente los retos para el mañana, no podemos mirar para otro lado. Que es, exactamente, lo que se está haciendo a día de hoy con la cada vez mayor laxitud en los compromisos asumidos en estas cuestiones importantes y urgentes. Es lo que hay.

Nos queda la música, queridos y queridas. La música y las personas. Como cantaba Pablo Milanés... “En cada conversación, cada beso, cada abrazo...”.