La Opinión de A Coruña

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Carlos Miranda

LA PELOTA NO SE MANCHA

Carlos Miranda

Responsable de área de Deportes

El Dépor más transparente y el jarrón roto

Raúl Carnero ante la Cultural Leonesa VICTOR ECHAVE

Pocas veces fue tan cristalino, tan extremo. Un Dépor que no engaña a nadie. Puede jugar así de bien, puede resquebrajarse en un chasquido de dedos y casi inmutarse. El regusto acaba haciéndose desagradable en la boca, a pesar de la excelsa primera parte. Casi nadie puede desplegarse de esa manera, ser tan avasallador en Primera RFEF. Y, aun así, está a siete puntos de la cabeza. Su potencial, su situación, sus debilidades. Le queda coger los trozos de ese jarrón que se rompió ante la Cultural y confiar, creer en ese fútbol que lleva dentro y le fluye, esconder sus debilidades y persistir, recomponerse. Si en ocasiones mereció la crítica cuando ganaba sin generar, sin dar dos pases seguidos, ahora hay que ir más allá, sin obviar sus miserias. La lente adecuada. Eso sí, ya va sin red y con el liderato a vista de prismáticos justo en el mes en el que se juega el equipo que va a ser, a qué va a aspirar. Para el Dépor es imposible vivir una temporada sin agarrarse repetidamente el corazón con la mano. Su sino.

Si hay algo que hace a este Dépor único y sobre lo que edificar un equipo, es lo que genera el trío Díez-Olabe-Isi

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Si algo dolió, no fue el empate, incluso la potencial derrota. Por desgracia, ya van unas cuantas esta temporada, alguna que roza la tortura. Hay arrestos y agallas para tragárselas y asumirlas. Lo peor, como siempre en el Dépor, está en la secuencia, en el cómo; también en el momento. Fue como uno de esos documentales de naturaleza en los que todo florece, en los que todo es hermoso y está lleno de luz y, de repente, sin ningún plano de transición, sin ninguna música que avise de la desgracia, sobreviene la oscuridad y la vida es arrancada de cuajo. Cruel, fatalista, muy complicado de asumir, aunque, en parte, sea desgraciadamente familiar.

Si hubo críticas cuando ganaba sin generar, sin dar dos pases, ahora hay que ir más allá, sin obviar sus debilidades

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Si hay algo a lo que deba agarrarse el Dépor es a ese trío que debutó junto el pasado fin de semana en el centro del campo: Rubén Díez, Olabe e Isi Gómez. Para un equipo al que le tiemblan las piernas en área propia, en los despejes y en las transiciones ataque-defensa, para un grupo al que le está fallando la puntería, la gestación de juego es su quid diferencial, lo que debe seguir creciendo hasta rescatar al resto de facetas, ya sea con una mejoría interna o con fichajes. Mientras tenga la pelota y ataque con esa fluidez y confianza, mientras esté lo más lejos posible de su portería, menos sufrirá, más alegrías le deparará el futuro. Debe creer, hace unos días lo tuvo meridiano ante sus ojos. Ese trío en el medio hizo flotar al equipo, mezcló de maravilla con Mario Soriano y Quiles y activó a un Raúl Carnero ya más parecido al esperado en Riazor.

Es ilógico pensar en un Yeremay titular con Quiles y Soriano a este nivel, pero debe escalar en los cambios

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Será difícil trasladar esa soltura, la brillantez de ese circuito ofensivo a los partidos fuera de casa, pero es un camino, la senda correcta. Sigue pesando aún la timidez y la falta de precisión ofensiva de Antoñito con Trilli confinado en el banquillo. También se echó de menos a un delantero que fuese más allá del trabajo oscuro, de ofrecer sin balón, que diese más sentido, que canalizase en goles todo ese abrumador caudal ofensivo. Svensson, aún en plena juventud, aporta mucho, le sigue faltando esa finura, esa capacidad ante el meta que le haga ser de lo mejor de la categoría, diferencial, justo lo que necesita y a lo que debe aspirar el Deportivo. Con analizar los defectos del equipo ante la Cultural Leonesa, más allá de esos soberbios 50 minutos, es sencillo intuir donde están las necesidades en el mercado de invierno.

Yeremay como maná

Yeremay es uno de esos jugadores que en cada regate hace pensar al deportivismo que tiene un tesoro. Ya no es solo el debate identitario de ese anhelado Dépor repleto de canteranos que nunca llega, es la chispa, tener algo distinto entre tantos años de mediocridad y de futbolistas que se diluyen cuando pisan el césped de Riazor, cuando les atiza la presión. Es el canario, además, un futbolista que se atreve, al que no le quema la pelota, que inventa en las situaciones más insospechadas y calientes.

Más allá de su innegable talento, mucho le ha costado alinear su mente y su cuerpo para dar el salto al fútbol profesional: llevar una vida ordenada, cuidar no solo los regates, forjar un cuerpo que aguante los embates de defensas... Ya empieza a tenerlo y es el momento de entreabrirle la puerta, de dejar de ponerle trabas, de alejarse de esa sensación de que a un canterano le cueste el doble o el triple que al resto. Está bien respetar los tiempos de cocción de cada una de las joyas de Abegondo, tampoco pasarse con la maduración hasta que valgan poco o nada. No todos los días se luce una generación dorada a las puertas del primer equipo y menos con los mayores en Primera RFEF. Ni Borja Jiménez parecía atreverse en exceso, tampoco Óscar Cano. Solo hay, de momento, buenas palabras y diáfanas y elogiosas descripciones en las ruedas de prensa.

Nadie pide que Yeremay sea titular. Es ilógico. En el asimilado y terapéutico dibujo de Óscar Cano y con el momento en el que están Soriano y Quiles es irreal. Pocas parejas tienen esa química y ese nivel de fútbol. La Cultural ni sabía por dónde les venían en la primera parte. El canario no está para discutirles esa condición, sí para escalar en las opciones de banquillo, para ser el jugador doce o trece, para tener media hora o, al menos, para arañar algo mas que cinco minutos. No es un regalo a un chaval, es que lo necesitaba el equipo. El partido lo pedía a gritos, tardaron en ser escuchados.

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