La Opinión de A Coruña

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Joan Tapia

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Joan Tapia

¿Un muerto viviente?

Sánchez exhibe una gran capacidad de pacto al lograr aprobar sus terceros Presupuestos, pero el Gobierno con Podemos es y seguirá siendo un caos y puede dar serios sustos

Pedro Sánchez logró sacar el jueves los Presupuestos de 2023 por 187 votos contra 156. Es una mayoría más amplia que la que la de su investidura. El político dado por muerto parece que sale del hospital. Sí, es una mayoría deforme porque reúne a 10 partidos muy distintos. Desde Bildu y ERC a los centristas PNV, PDECat y Coalición Canaria. Pero los ciudadanos votaron este Parlamento y querer excomulgar a los diputados de ERC, primer partido catalán en las legislativas, o a los dos primeros vascos, es tener una idea muy pobre de España.

Los apoyos indican capacidad de pacto. Cediendo, claro, porque nadie pacta gratis. Y política también es mercadear. Con la aprobación de sus terceros Presupuestos Sánchez sabe que —salvo gran imprevisto— podrá acabar la legislatura. ¿Con normalidad?

Dicen que antes de nombrar un general, Napoleón inquiría si tenía suerte. Y Sánchez la tiene. En la semana del gran estropicio por la famosa ley del solo sí es sí, que pretendía proteger a las mujeres y que en cambio está bajando penas a muchos condenados, Vox ha propinado tales insultos a Irene Montero que han convertido en una víctima a una ministra prepotente e incompetente. Alguien del PP dice que en una Juana de Arco.

Y Sánchez —pese a ser tan responsable de la ley como la ministra— ha parado algo el golpe. Pero la rebaja de las penas por violencia de género será un viacrucis permanente porque varias audiencias ya han dicho que no seguirán los criterios de la Fiscalía. La tesis de Sánchez, esperar a que el Supremo unifique la doctrina, solo ha servido, que no es poco, para frenar el ruido de los estúpidos ataques de Montero a la judicatura y las impúdicas acusaciones mutuas dentro de la izquierda.

Así, los que creen que Sánchez ha resucitado pueden errar tanto como los que ya lo daban por muerto. Primero, porque el Gobierno con Podemos es y seguirá siendo un caos, y leyes como la ley trans o la de vivienda, que el Gobierno ha aprobado pero que el PSOE “entretiene” en el Congreso, pueden dar serios sustos. Sánchez no puede enterrarlas sin gritos de Podemos y si les da luz verde correrá riesgos. Además, el odio africano entre Podemos (Pablo Iglesias) y Yolanda Díaz (a la que ungió candidata) es una bomba de relojería. Si la izquierda va a las elecciones con tres listas (PSOE, Yolanda y Podemos) la sanción del sistema electoral será brutal.

Por otra parte, los presupuestos tienen la bendición de la Comisión Europea. Pero Bruselas y el FMI advierten de lo ya antes señalado por la Airef y el Banco de España: que el gasto público y el déficit de 2023 pueden ser superiores a lo previsto si se prorrogan (o suben) las medidas de protección contra la crisis sin distinguir entre toda la población (la famosa clase media y trabajadora) y los colectivos más afectados. Es también un aviso del BCE a los gobiernos europeos.

Pero en un año doblemente electoral (municipales y autonómicas y luego generales), ¿duda alguien de que Sánchez será generoso? Los críticos dirán manirroto. Políticamente puede ser rentable y predicar que “los ricos” deben echar una mano puede ser populista, y también popular, cuando los bancos exhiben aumentos de los beneficios del 25%, 45% y 87%. Pero dopar el consumo sería útil (aunque económicamente peligroso) solo si te lo puedes permitir. Y una recesión mayor a la prevista, que hiciera que el PIB español en vez de crecer un 1% cayera casi el 2% y disparara el paro, podría romperlo todo.

Pero Sánchez cree que tiene suerte. Y la prima de riesgo española respecto a la alemana estaba el viernes solo en 0,99 puntos. ¿Seguirá así todo 2023 o resurgirá el fantasma que asesinó a ZP? Y el presidente tiene un plus. La oposición da más relevancia a las críticas por la abolición de la sedición, que dice que amenaza la unidad de España, que a los estrepitosos fracasos del Gobierno como la ley del solo sí. Y ni la sedición ni el separatismo son hoy el primer problema de los españoles. Eso sí, generan mucha crispación que engorda a Vox. Pero la derechona madrileña le exige a Feijóo más leña contra Bildu (pese a que ETA ya no existe) y contra Junqueras.

Es un mal consejo cuando lo que más preocupa a los españoles es el IPC y lograr un mínimo de paz cívica y social.

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