La Opinión de A Coruña

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Daniel Capó

La contienda electoral sigue abierta

Las últimas encuestas sugieren que la contienda electoral no se ha cerrado aún. Los peores pronósticos económicos no se han cumplido, con una inflación que empieza a bajar lentamente gracias a un otoño benigno, a la “excepción ibérica” y a la caída en los precios del petróleo, junto a una resiliencia del empleo mayor de lo inicialmente previsto. Sánchez y su equipo captaron, tras la elección de Feijóo como líder del PP, el nuevo punto de partida en el juego. Los populares ya no buscarían el enfrentamiento directo con los socialistas —como ha venido haciendo Ayuso— ni competirían con Vox en la cancha del nacionalismo español, sino que venderían solvencia económica a un electorado de clase media alérgico a las crisis económicas. Es la fórmula que históricamente le ha funcionado al centroderecha español: huir de las batallas ideológicas para centrarse en el maltrecho bolsillo de los contribuyentes. Para ello, el partido optó por sustituir a un bisoño Pablo Casado por un político veterano con imagen de solidez: el gallego Alberto Núñez Feijóo. Y este, nada más estrenar su liderazgo, despidió al equipo del anterior Secretario General y se rodeó de un grupo de dirigentes con experiencia de poder en las autonomías. En cierto modo, Feijóo se presentó como el anti-Sánchez, reivindicando los valores maduros de la Transición en lugar de los experimentos a los que es propensa la nueva política. Confiaba, además, en sumar los votantes de un Cs en descomposición (algo que ha conseguido en gran medida) y quizás también los de Vox, una vez hubiera pasado su momento de efervescencia inicial. Y hay un dato más a tener en cuenta: España ha votado sistemáticamente en la mayoría de las elecciones generales a favor de las opciones más moderadas. Pero ahora, tras el éxito inicial de Feijóo, las encuestas han vuelto a girar en dirección opuesta a los intereses de la derecha.

Habría varios motivos para ello. El más evidente es el control del relato por parte del gobierno, que activa o desactiva determinados discursos según le convenga. Sánchez busca dividir el voto y sabe a qué resortes emocionales acudir para lograrlo. Por otro lado, la potencia de fuego de los presupuestos —sin aparentes límites desde Bruselas— facilita la elaboración de un mensaje en el que la izquierda actúa como brazo protector de los trabajadores frente a los intereses clasistas de la derecha. Quién pagará y de qué modo estos excesos es ya cuestión de otra legislatura, no de esta. En tercer lugar, Sánchez busca ligar al PP con Vox, de modo que sea imposible o difícil sobremanera cualquier acuerdo parlamentario con otras formaciones. Y, finalmente, no podemos obviar los continuos errores del propio Feijóo, que se expone demasiado en público (en muchas ocasiones sin un motivo o razón aparente) y que ha sido incapaz de formar hasta el momento un equipo con figuras relevantes. La recuperación de Vox debilita aún más sus expectativas de voto.

Las elecciones generales tendrán lugar seguramente a finales de noviembre o a principios de diciembre de 2023. Hasta entonces quedan muchas incógnitas por resolver. La primera, el resultado de autonómicas y municipales, que pueden llegar con sorpresas. La segunda, la ruptura o el reagrupamiento de Unidas Podemos, con fuerte impacto sobre la ley d´Hondt. En tercer lugar, la orientación del voto de derechas hacia Vox o hacia el PP. En cuarto lugar, el pulso de la economía, la inflación, el empleo y los tipos de interés. Y, por último, los errores que vayan cometiendo los contendientes. El partido acaba de empezar.

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