Ese fue mi sentimiento al término del partido; es normal, los buenos equipos dependen, en gran parte, de cómo juegan sus centrocampistas, y ante los alemanes estuvimos incómodos. Alemania decidió llevar el choque de forma inteligente a una igualdad en el centro del campo. Para eso tenía que variar la estructura habitual de sus centrocampistas, y eso es lo que hizo. Con esta maniobra nos dificultó mucho el radio de acción y la movilidad de una España que siempre tuvo liberado a uno de sus centrales. Todo esto, y la imprecisión en el último tercio, hizo que no estuviéramos tan fluidos como en la primera cita mundialista.

Ahora toca Japón, una selección rodeada de incógnitas. ¿Qué selección nos encontraremos enfrente? ¿La de la victoria ante Alemania, de un ritmo defensivo alto, e innumerables ayudas defensivas, o la del último partido ante Costa Rica, donde tuvieron que llevar el control y tuvieron más dificultades para elaborar? Me inclino más por la segunda, aunque también es cierto que es donde los nipones han mostrado su mejor versión.

Independientemente de lo que el combinado nipón pueda ofrecer, en España veremos cambios. Es muy probable que el seleccionador quiera dotar de frescura al once inicial, e intuyo que en el plan de partido encontraremos algún matiz. Novedades que posiblemente nos lleven a diferentes posicionamientos en la fase de inicio, que nos permitan llevar la pelota con claridad a nuestros interiores, y variantes en el número de jugadores que estén dando amplitud al campo, para distanciar en cierto modo las ayudas del cuadro japonés.

Con todo esto, esperemos que el resultado sea cualquiera de los que nos sirven para avanzar a octavos de final, y a partir de ahí comenzará la hora de la verdad.