Opinión | La espiral de la libreta

Elogio encendido del columnismo gallego

Los días de la semana en que el diario El Sol llevaba en la portada el recuadro “crónica de Camba”, el periódico se vendía una barbaridad. Julio Camba (Vilanova de Arousa, 1884–Madrid, 1962) sentó cátedra del articulismo sin pretenderlo. Escribía sus columnas con claridad, precisión —ni sobra ni falta una palabra— y sobre todo con un fino sentido del humor, casi inglés, que le salía natural. Coincidiendo con el 60º aniversario de su muerte, han salido dos nuevas biografías, y en Madrid, el Hotel Palace, en cuya habitación número 383 vivió los últimos 12 años de su vida, acaba de inaugurar una exposición en su honor. A veces, escribía en la cama entre almohadones. Como Valle-Inclán. Como Onetti. Un jefazo, ya digo.

El columnismo gallego tiene pellizco. Abunda en agudeza, toques surrealistas y descreimiento gamberro. Tal vez se deba a las brisas atlánticas. O tal vez no exista, pero no permitiremos que una coincidencia geográfica sin más nos arruine la exposición. Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911—Vigo, 1981) fue otro grande que resumió así su quehacer: “A primera hora de la mañana, me siento a escribir y es como estar diciendo algo a algunos amigos. La intención última es encantar con la palabra”. Encima, el tío era un relámpago, capaz de despacharse varios artículos en una sola mañana repicando en su vieja máquina Smith Premier 10 de doble teclado. Entre la nueva camada gallega, destacan las voces ya imprescindibles de Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978); Rafa Cabeleira (Campelo, 1977); y Juan Tallón (Vilardevós, 1975), de cuyo talento disfrutamos en esta santa casa desde hace unos meses. Por Tallón, mato.

‘Así fue (o no)’

Entre tan ilustres maestros y sobresalientes contemporáneos, Mariano Rajoy (Santiago de Compostela, 1955) se ha metido a plumilla deportivo, a sacarle punta a los partidos de España para el medio digital El Debate, impulsado por la Asociación Católica de Propagandistas. Los artículos del exlíder del PP se publican bajo un epígrafe ambiguo, que hace gala del galleguismo más tópico —Así fue (o no)—. Pero, aparte de eso, Rajoy se pone a la tarea, cuando lo apetecible sería disfrutar del partido con los amigotes, dejándose de mandangas, tensiones de cierre y ajuste de caracteres. Aun así, le han llovido zascas, sin darle tiempo al hombre a foguearse en este campo minado del columnismo. Pero leer lo leen, y hasta Puigdemont ha tuiteado con retintín el último de sus comentarios, titulado Alemania me dio la razón. Pumba. Otra colleja. Le dan para el pelo, menospreciando las dificultades del oficio. Ya lo advirtió otro gallego de excepción, Wenceslao Fernández Flórez (A Coruña, 1885— Madrid, 1964): “Escribir columnas es muy peligroso, es vender tu cerebro a cucharadas”. O No.

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